Verónica Uribe Hanabergh
Verónica Uribe Hanabergh Doctora en Humanidades, Universidad Pompeu Fabra. Profesora Asociada, Departamento de Historia del Arte, Facultad de Artes y Humanidades, Universidad de los Andes, Bogotá. Grupo de investigación: Intercambios y migraciones en el arte de América Latina y el Caribe.
La historiadora ecuatoriana María Elena Bedoya Hidalgo publicó en abril del 2021 el libro Antigüedades y nación: Coleccionismo de objetos precolombinos y musealización en los Andes, 1892-1915. Esta primera edición fue el resultado de una coedición entre las editoriales académicas de la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Santo Tomás y la Universidad del Rosario de Bogotá. El libro consta de un total de 265 páginas, está escrito en español y es un producto editado de la investigación que hizo Bedoya para obtener su título de doctora del Programa en Sociedad y Cultura, Historia Latinoamericana de la Universidad de Barcelona en España. A lo largo de su trayectoria, la autora ha investigado y escrito sobre temas de historia cultural, historia pública, visualidad, museos, cultura material, patrimonio y curaduría histórica. Ha publicado múltiples artículos, capítulos de libros y catálogos de exposiciones.
La publicación analiza el proceso de construcción del conocimiento sobre el pasado y sus objetos por medio del coleccionismo y de los actores inte-lectuales de la región andina a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En el texto la investigadora propone, en el primer capítulo, entender el contexto de la conmemoración del Cuarto Centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América (1892) como fecha crucial para la comprensión del proceso de validación de los objetos prehispánicos, su rol en la diplomacia internacional y su papel en las construcciones nacionales. Si bien Bedoya claramente no plantea que esta sea la fecha en la que se inician los procesos intelectuales que llevan al coleccionismo de objetos prehispánicos, la sitúa como eje central de la investigación ya que a partir de esa fecha se pueden entender las celebraciones, las exposiciones, los viajes y la creación de espacios de exposición que sustentaron los discursos sobre el coleccionismo en Colombia, Perú y Ecuador, entendiendo que hubo una serie de causas previas y efectos posteriores que lograron fortalecer a los actores que gestionaron el coleccionismo para esta época.
Este libro es de gran importancia para los investigadores que se ocupan de la comprensión del pasado indígena que se gesta en el siglo XIX, más concretamente en los países del área andina. Por medio de la historia del coleccionismo, de los primeros museos y de los intercambios internacionales que se dieron en aquella fecha se crearon las bases para la consolidación de una mirada unilateral, con personajes específicos y propósitos claros que la autora se propone exponer, revisar y criticar. Antigüedades y nación es un aporte muy valioso a los estudios, tanto previos como actuales, sobre la valoración, comprensión y uso del pasado prehispánico, publicados por investigadores como Pablo Gamboa Hinestrosa, Carl Langebaek Rueda, Clara Isabel Botero, Carolina Vanegas, Maya Jiménez y Verónica Uribe, entre otros. Poder acceder a esta publicación permite continuar entendiendo la compleja red intelectual que se gestó a finales del XIX y que permeó las políticas estatales e institucionales a lo largo del XX, además de crear un tipo de vínculo cultural internacional entre ciertos países latinoamericanos y el resto del mundo.
Editorial Pontificia Universidad Javeriana; Universidad Santo Tomás; Universidad del Rosario. Bogotá, 2021
El libro inicia con un prólogo, escrito por el historiador y museólogo de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Luis Gerardo Morales Moreno. A continuación, la autora incluye una introducción, cinco capítulos, un epílogo y las fuentes y bibliografías citadas. En el aparte de su autoría, Morales Moreno explica que, en el libro, Bedoya “ofrece una mirada crítica sobre los museos de Colombia, Ecuador y Perú con un enfoque poco común en la literatura especializada de esos países sudamericanos: la práctica del ‘coleccionismo de antigüedades’”. Incluye asimismo elogios como: “Bedoya aborda con meticulosidad el surgimiento de lo que denomina ‘intelectuales-coleccionistas’” y describe esta investigación como un estudio comparativo.1 A su vez, en la introducción la autora explica que las raíces de este estudio nacen en investigaciones anteriores, resalta de manera ineludible la hipótesis de su proyecto y prepara al lector para temas y tópicos como son: la idea del objeto precolombino, el sentido del pasado, los procesos de repre-sentación y adquisición de los museos nacionales, las celebraciones de 1892, el auge de la sociabilidad científica y el debate sobre el coleccionismo, todos a tratar en los siguientes capítulos que son el corpus de la publicación.
El capítulo 1 del libro se titula “1892; los objetos precolombinos tejen historias”. Lo primero que se destaca es el uso de cursivas para la palabra “precolombino”. Esto demuestra la postura crítica que toma la historiadora desde el principio, que además propone de forma inteligente y clara para que el lector entienda las dificultades y problemas que existen con los términos históricos, y que nuevas publicaciones como esta cumplen el rol de revisar. El concepto de lo precolombino como aquello que se conforma antes de la llegada de Cristóbal Colón como forma de dividir el tiempo, se reevalúa en este primer capítulo entendiendo la estrategia política y cultural que se gesta al utilizar una figura de la conquista española de América como el punto de inicio de una sola historia a narrar. En esta primera sección Bedoya también profundiza en la problemática alrededor de la construcción de héroes, instituidos como los conquistadores españoles de manera que los orígenes culturales de Hispanoamérica sean ubica-dos en la colonia. Así, la autora divide en dos partes este primer tema: las expo-siciones universales y la diplomacia cultural, ambas entendidas como procesos que desencadenaron un tipo de construcción y de conocimiento sobre el pasado basado en objetos excavados e intercambiados. Algunos de los ejemplos concretos que siguen siendo relevantes en el presente son: el fortalecimiento de lo hispánico como categoría, la discusión sobre el imperialismo neocolonial, la noción de tesoro (entre ellos el regalo del Tesoro Quimbaya del gobierno colombiano a España) y la representación museal categórica (como es el caso de estudio del conjunto Roselló).
“De las numerosas huacas: Colectando los objetos precolombinos de la nación peruana a finales del siglo XIX” es el título del capítulo 2, que tiene como tema central los procesos anteriormente desglosados vistos únicamente desde el lente de la historia específica del Perú. La coyuntura peruana de la Guerra del Pacífico es esencial para entender el proceso de “Reconstrucción Nacional” por parte del gobierno y la urgencia de fomentar actitudes nacionalistas. En este apartado Bedoya explica que esa historia de reconstrucción y validación permite la “mirada hacia adentro”, lo que causa un sentimiento de apropiación del pasado prehispánico no solo desde la teoría sino también desde la práctica. A partir de este segundo capítulo se detallan los procesos por medio de figuras precisas que lideraron la historia de la identidad desde su postura como élite intelectual, así como de la creación de sociedades de conocimiento que avalaron las decisiones gubernamentales. En el caso del Perú se analiza exhaustivamente el rol del viajero Antonio Raimondi, de otros nombres locales y de la Sociedad Geográfica de Lima. Una constante de este libro, que se hace a manera de información y datos, pero también de complejidad historiográfica, es demostrar la relevancia de ciertos individuos en la construcción específica de cada nación, pero también de la validación del pasado indígena. Tanto en esta parte del libro como en las secciones que corresponden a Colombia y Ecuador, se aclaran procesos que se dieron al unísono y que rescatan la influencia de los viajeros extranjeros a América Latina, así como de intelectuales locales, que jugaron un papel fundamental en la consolidación de las arqueologías de sus países tanto hacia adentro como hacia afuera. En cuanto a los objetos peruanos, el libro explica de manera clara el desarrollo de la validación que tuvieron los monumentos y los tesoros en el estudio y configuración de lo civilizado como valor moderno de la nación. La herencia de una sociedad tan sólida cultural y materialmente como la de los incas permitió “valorar, desde el credo de lo nacional, las particularidades de una república independiente en el concierto internacional de naciones”.2 El caso del Perú demostrará que, a mayor interés en el coleccionismo de piezas de esta “civilización”, mayor será la actividad de la huaquería y, así mismo, de las falsificaciones. La metodología comparativa que utiliza Bedoya funciona de manera pedagógica en varias partes del capítulo, donde se deja claro que si bien hay similitudes en el caso de algunos procesos, otros son diferentes en comparación con Colombia y Ecuador.
En el tercer episodio, dedicado a Colombia y titulado “Coleccionistas, objetos precolombinos y museo: Un relato de las antigüedades en Colombia en el ocaso del siglo XIX”, la historiadora construye el relato decimonónico de las antigüedades en este país. Para ella, así como para otros autores, el inicio de la validación del pasado prehispánico por medio de los objetos iniciará en la colonia, pero se le dará un valor especial a las observaciones específicas que hace el prusiano Alexander von Humboldt. Otros nombres de “intelectuales-coleccionistas”, como los denomina Bedoya, a lo largo del siglo marcarán la pauta, pero en el rango cronológico de este estudio Vicente Restrepo y Ernesto Restrepo Tirado tendrán un protagonismo clave. Adicionalmente, momentos como el envío de antigüedades indígenas a la Exposición Histórico-Americana de Madrid atraviesan una parte importante del proyecto. Una particularidad que hace Bedoya sobre el caso colombiano es la relación directa y muy compleja que existió entre la huaquería, la minería y el estudio de los objetos hallados. Las comunidades indígenas elegidas para marcar la historia de esta arqueología temprana son principalmente los muiscas, así como hallazgos de la zona de Antioquia y del Quindío (representada por las famosas piezas quimbaya). El valor de los objetos de oro será indiscutible, y la autora logra que el lector entienda perfectamente el valor intrínseco que se adjudica a las piezas metálicas sobre las de barro para la validación y demostración de las raíces civilizadas en el marco de las exposiciones de final de siglo en Chicago, Génova y Madrid. El valor material del oro para el caso colombiano invita a una rica discusión a lo largo de este capítulo, sustentada por medio del cuidadoso estudio de fuentes utilizadas para reforzar los argumentos principales. Bedoya demuestra, por medio de sólidas discusiones teóricas, el trasfondo de la problemática sobre el uso de los objetos en la construcción de la historia. Por ejemplo, el análisis del concepto de “ethos áureo”3 como parte del ocultamiento del indígena frente al objeto y de la deshumanización que se da a lo largo del proceso histórico, añade gran valor al recuento histórico y nacional propuesto.
Para el capítulo 4, que Bedoya ha llamado “De publicaciones, colecciones y museo: Las antigüedades precolombinas en el Ecuador”, el eje es la narración basada en la experiencia histórica de ese mismo siglo en este tercer país andino. En este caso, el coleccionismo como hilo conductor, así como instituciones clave como el Museo Arqueológico creado en 1839, marcarán esa crónica nacional; para el Ecuador, el énfasis está en el tránsito de los siglos XIX a XX. Esto también permite elaborar la narración y centrarse en un personaje principal como fue el sacerdote Federico González Suárez, quien se desempeñará como investigador fascinado por la ciencia, al tiempo que sostiene el fuerte credo cristiano. Así, en el Ecuador la historia del coleccionismo de objetos prehispánicos tendrá con González Suárez discusiones radicales que enlazan colecciones, museos y pedagogía. Con el cambio de siglo se recorren no solamente las influencias de González Suárez, sino también de Jacinto Jijón y Caamaño y de Carlos R. Tobar. Como lo hace en los capítulos dedicados al Perú y a Colombia, al reconstruir el caso del Ecuador la historiadora entreteje, cruza, compara, analiza y detalla personas, instituciones, ideas, publicaciones, eventos, exposiciones, colecciones, imágenes y proyectos. Esto facilita al lector una comprensión amplia y completa de los pormenores y especificidades de historias que se asemejan pero que, a su vez, buscan destacarse como propias.
En el quinto y último capítulo Bedoya Hidalgo rescata otros actores e instituciones que ejercieron una influencia radical en el recorrido de las tres naciones andinas y los objetos precolombinos, ya no en el siglo XIX sino en las primeras décadas del siglo XX. Llama a este último acápite “Entre academias, institutos y museos: La nación y los objetos precolombinos a inicios del siglo XX”. Este último tema inicia diferenciando, por ejemplo, la sociabilidad erudita del XIX de la nueva sociabilidad especializada del XX. Aprovecha nuevos fenómenos de cada país para demostrar los efectos que tuvo toda la construcción estudiada del siglo anterior en la manera de abordar las colecciones, la identidad nacional y los museos en las siguientes décadas. Por ejemplo, dedica una sección a la creación de instituciones colombianas como la Academia de Historia y Antigüedades Colombianas, el Museo de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional y al rol que cumplió el Museo Nacional con sus colecciones arqueológicas. En cuanto al Perú, reúne una breve historia del Instituto Histórico del Perú, el Museo Histórico y el Museo Nacional de Arqueología, entre otros, rescatando la manera como se crearon públicos especializados a través de la conservación de piezas y de ruinas monumentales. Aquí se revisan el rol de Max Uhle, de Julio Tello y de Emilio Gutiérrez Quintanilla. El trayecto sobre la creación de este tipo de instituciones hasta los años 20 permite también a Bedoya enlazar la historia del XIX y principios del XX con el pensamiento indigenista posterior.
En el epílogo están las conclusiones que la autora brinda al lector de manera organizada, clara y sintética. Reúnen de forma concreta las ideas principales a las que se llega después de todo este exhaustivo recorrido geográfico, histórico y cultural. La autora trabaja los conceptos principales de toda su investigación nuevamente por país, pero haciendo aún más énfasis en las comparaciones y los cruces clave para comprender los problemas como región. Bedoya retoma nociones esenciales sobre las discusiones de los imaginarios y de los discursos nacionales, específicamente estudiados desde lo material. Nuevamente resalta el eje clave que fue la Exposición Histórico-Americana de Madrid de 1892 como un “fenómeno cultural de orden transatlántico”.4
Es fundamental reconocer el enriquecedor y riguroso uso de fuentes que tiene este libro. Es un proyecto juicioso que aprovecha las fuentes primarias de manera exhaustiva, permitiendo al lector ubicarse en el contexto histórico que las gestó, para vincularlas con fuentes secundarias académicas que refuerzan objetivos, hipótesis y argumentos. Las fuentes secundarias son relevantes y actualizadas, reconociendo el corpus de material existente que alimenta académicamente una investigación hecha como un estudio para obtener el grado doctoral. Este texto convoca revistas, publicaciones, periódicos, cartas, decretos, libros y otros materiales que permiten hilar finamente, junto con los demás actores ya mencionados, las intenciones de la época en cada país en cuanto al aprovechamiento de los ídolos, antigüedades y piezas en su rol de construcción nacional. Además, el uso de gráficas y tablas, por ejemplo, de los principales temas que se publicaron en el Perú, desglosan numéricamente por medio de datos el propósito que tiene la autora para demostrar tendencias y problemas valiosos que se deben visualizar. La función de las imágenes en el libro es también imprescindible, ya que, si bien esta no es una investigación de historia del arte, sino de historia, donde las preguntas principales surgen de las fuentes escritas, en varios casos el análisis de dibujos, álbumes, grabados o compilaciones arqueológicas dan un sustento a los discursos y refuerzan la hipótesis. Sin tener una función ilustrativa, las imágenes tienen un trasfondo pedagógico y didáctico, dándole al uso de las gráficas un lugar en el análisis de las fuentes primarias.
A mi juicio, Antigüedades y nación es un libro imprescindible para los estudiosos e interesados en ampliar la comprensión de la revisión, valoración y uso del objeto prehispánico en los discursos de finales del siglo XIX y principios del XX en las tres naciones estudiadas: Perú, Colombia y Ecuador. Acompañado de un contexto histórico y de un completo análisis del mismo, el texto desarrolla de forma crítica, identifica las particularidades de cada país y mantiene una mirada regional y global de la función de la zona andina en el discurso de la época. Bedoya explica de forma clara y sencilla las causas, los efectos y las tendencias en el desarrollo del coleccionismo de antigüedades, reuniendo la historia de los personajes principales y redondeando la historia hacia la evolución de las instituciones y museos principales que continuaron validando la postura coleccionista. Se vale para ello de de un uso cuidadoso de fuentes de todo tipo, de análisis de imágenes, de apoyo en tablas y gráficas con datos concretos y el aporte de términos propios como “intelectuales-coleccionistas”, “el sentido del pasado”, “la diplomacia zalamera”, “los performances del nacionalismo”, “la mirada hacia adentro” y “la raza vencida”, entre otros. Recomiendo enfáticamente este libro que contribuye significativamente a la historia de la valoración del pasado prehispánico en los Andes entre 1892 y 1915, períodos que abarcan de forma específica y con una actitud concreta el pensamiento de las élites intelectuales entre la celebración del Cuarto Centenario del “descubrimiento” de América y el inicio del pensamiento indigenista del siglo XX. Más que nunca, el espíritu crítico de investigaciones como esta se hace necesario para descolonizar, como investigadores, los discursos engranados y aportar de forma inteligente a la relevancia de la revisión de posturas, lenguajes, palabras y actitudes que aún hoy permean la construcción de las múltiples historias de nuestra región.
Luis Gerardo Morales, “Prólogo”, en Antigüedades y nación: Coleccionismo de objetos precolombinos y musealización en los Andes, 1892-1915(Bogotá: Javeriana; Rosario; Santo Tomás, 2021): xix-xxiv. ↩︎- María Helena Bedoya Hidalgo, Antigüedades y nación: Coleccionismo de objetos precolombinos y musealización en los Andes, 1892-1915 (Bogotá: Javeriana; Rosario; Santo Tomás, 2021): 75. ↩︎
- Bedoya, Antigüedades y nación, 127. ↩︎
- Bedoya, Antigüedades y nación, 230. ↩︎