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Leve y emergente. la permanencia de lo esencial

Érika Martínez Cuervo

Magister en Estudios Culturales, Universidad de los Andes (2020). Especialista en Historia y Teoría del Arte Moderno y Contemporáneo, Universidad de los Andes (2007). Comunicadora Social y Periodista, Universidad de la Sabana (2001). Becaria Curatorial Intensive con ICI (Independent Curators International – New York), 2013. Cursos especializados en Coleccionismo, Relatos curatoriales y Teoría del arte y la cultura, Universidad untref, Buenos Aires (2010). Actualmente es la curadora y gestora asesora para el proyecto de expansión (área Arte contemporáneo) del Museo de Antioquia, docente de cátedra de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de los Andes y colaboradora especializada para la sección de Cultura de El Espectador, publicación en la que además publica su columna visual “Imaginarios” desde 2013, un espacio que apuesta por fomentar la cultura visual en Colombia.

Leve y emergente del artista Juan Fernando Herrán (Bogotá, 1963) es un proyecto que reúne una serie de fotografías producto de sus recorridos durante los últimos años por diferentes regiones de Colombia, zonas en las se ha dedicado a observar las formas de vida que se constituyen a partir de las condiciones geográficas y de las características socioculturales de cada entorno visitado; esta serie de fotografías es, por demás, el resultado de la comisión otorgada al artista por Prix Pictet en 2015.

La exposición, planeada en un inicio para el año anterior, tuvo que ser aplazada por los efectos de la pandemia; dicha coyuntura hizo que la perspectiva de la propuesta estuviera atravesada por las reflexiones del artista durante el 2020, periodo crítico por la problemática de salud pública; así, la revisión del material fotográfico confrontando ese tiempo convulso condujo al artista a cuestionarse acerca de ¿qué es eso básico que da valor a la vida, al acontecimiento mismo de vivir? Esto, de manera inevitable, hizo que la elección de cada imagen estuviera amarrada a esa cuestión filosófica. Dicha coyuntura, le hizo experimentar además una forma de la lentitud, de un tiempo casi detenido, en el que logró observar la simpleza de las cosas y una presencia de la austeridad; es por esto que en Leve y emergente hay un disertación acerca de los modos de vida primitiva que se alejan del consumismo excesivo y de la idea de tener que poseer muchas cosas materiales para vivir, para construir y habitar los entornos en los que cada individuo se constituye como sujeto.

El grupo de fotografías que concreta la muestra fue cuidadosamente curado por el artista y responde a criterios en los que ahonda en aspectos formales y conceptuales que han atravesado su cuerpo de trabajo; para Herrán era importante hacer visible las maneras en que los habitantes de comunidades indígenas colombianas muy distintas se relacionan con sus entornos y con su cultura material; y, a partir de esas particularidades, devela las formas esenciales con las que se habitan los espacios naturales y aquellos que han sido construidos por estas agrupaciones con fines funcionales o rituales. Algunos de esos espacios son producto de híbridos entre las formas orgánicas y las bellas maniobras arquitectónicas y escultóricas que dan cuenta de la recursividad y el ingenio de los colectivos indígenas. Maniobras que, en las fotografías, dejan al descubierto detalles de materias diversas y objetos mínimos que configuran la vida cotidiana. Leve y emergente concreta interpretaciones culturales con las que se da sentido a la existencia. Es una exposición que nos habla a través de lo matérico en conexión con las sabidurías ancestrales de pueblos indistintos; su proyecto no tiene un carácter etnográfico, sino es más bien una apuesta estética en donde la imagen es indicio de la presencia humana.

Cuando los espectadores se confrontan con las fotografías, aparece una sensación de ajenidad, una distancia corporal frente a esos contextos lejanos y, a su vez, cierta empatía estética justamente por la belleza que nos revela el lenguaje visual y sus posibilidades técnicas a través de cada imagen. Son fotografías que tocan lo esencial, que encarnan una idea del retorno al origen, a las escenografías de una vida primaria. Herrán traza una reflexión profunda acerca de la existencia: su percepción de fotógrafo se detuvo en lo fundamental y esa fijación —que no es un acto menor en términos de la mirada— le posibilitó capturar imágenes de lo bello y lo terrible que da sentido a las vidas de quienes residen en los territorios explorados por el artista. Fragmentos de La Guajira, del Putumayo, de la Sierra Nevada de Santa Marta y del Nordeste antioqueño están registrados en Leve y emergente; son zonas transitadas por Herrán durante temporadas largas en las que pudo realizar los procesos de observación necesarios para penetrar en las experiencias habituales de los grupos que las residen y también para percibir las transformaciones del paisaje y su incidencia en esas dinámicas de vida. Sus peregrinajes le posibilitaron la permanencia en ciertos espacios geográficos donde el artista registró —en absoluta soledad— atmósferas, paisajes, materialidades o lugares interiores que son elementales para ciertos rituales cotidianos de los pobladores: una piedra que hace de soporte para la meditación, una construcción habitacional de madera donde permanece encendido el fuego o la escalera de piedra cubierta de vegetación que posibilita el acceso a otro lugar. Cada una de las escenas pone de manifiesto la fascinación del artista por sugerir la presencia de los humanos a través de la materialidad de sus entornos: “¿qué nos dicen las superficies, las construcciones, los objetos, los residuos que vemos en las fotografías?” 1. Por supuesto, no es extraño que las materialidades sean el centro de la mirada de Herrán; su conocimiento profundo sobre lo escultórico atraviesa sus actos de percepción que, por lo demás, entregan a su lenguaje fotográfico un carácter matérico notorio.

Las ideas comentadas en líneas anteriores pueden revisarse más de cerca al detenerse en algunas de las doce fotografías que conforman la muestra, precisamente porque sus detalles nos acercan a esos signos a partir de los cuales Herrán construye unas narrativas fragmentarias sobre las maneras en que los humanos le conceden valores simbólicos, funcionales y emocionales a los objetos y a las características físicas del mundo que los rodea. Magnetita, opiedra imán como se le conocía en la antigüedad, es una imagen en la que cobra presencia una roca que hace las veces de superficie para uno de los Mamos de la Sierra en sus momentos de meditación, de observación y escucha atenta de la naturaleza que lo rodea; aunque al artista no le interesa dejar registro de la anécdota en el encuadre, el ser testigo del tiempo en el que acontece el rito del Mamo es lo que propicia la imagen. Herrán no documenta el hecho en sí mismo, sino el vestigio que este le deja, su atmósfera: la sencillez de esa materialidad natural y lo espiritual del acto es lo que atrapa la lente. En Segunda piel aparece un bulto en medio de un terreno árido, unas telas desgastadas cubren algo con volumen, se intuyen unos cuerpos pequeños cubriéndose, creando una ficción de la invisibilidad. Una imagen que impresiona por su composición y por lo que suscita en un contexto que evidencia la precariedad; la ceremonia simple del juego hace resistencia a la vida compleja que sucede fuera de ese refugio inventado por unos niños, pues bien decía Octavio Paz que “en todo rito hay un elemento lúdico”. Futurama es una fotografía a la que invita a quedarse viendo, a revisar cada detalle, su encuadre nos muestra el montaje de un juego de niños (otra vez), un escenario en miniatura que recrea la distribución de los espacios en las dinámicas de vida de una ranchería en La Guajira; resulta imposible e innecesario describir esta imagen, cada uno de sus elementos descoloca la percepción de los espectadores, materiales residuales imitan las formas de una realidad; la basura disponible para el juego, la imposición de la creatividad infantil, perspicaz y brutal. Brasas, por su parte, es una de las fotografías que registran un espacio interior, la idea de hogar y de resguardo se configura en su composición; una arquitectura habita-cional hecha en madera contiene la llama viva del fuego;2 para el pueblo Wayúu ese fogón, que permanece encendido aún en la ausencia de quienes habitan el lugar, tiene un sentido sagrado, es el que propicia el ambiente para el encuentro, para la reunión; en particular esta imagen evoca las formas de una vida sencilla, nos devuelve a la lentitud, a una forma del tiempo que parece imposible de recuperar. Columna arbórea entrega la belleza de una arquitectura efímera hecha con materiales naturales cuya función es el ritual funerario, la columna que sostiene la estructura es el tronco de un árbol y, el techo, el entretejido de sus ramas; la idea de paisaje con la que ha trabajado Herrán es enaltecida con esta imagen y evoca sus experimentos en Campo santo (2006) y en Nave central (2008),dos apuestas en las que estructuras improvisadas erigen visualidades y una suerte de arquitecturas impensables.

Las anotaciones sobre las cinco fotografías citadas contienen algunas de las premisas con las que Herrán ha dado sentido a su proyecto, la apuesta en escena de estas imágenes en gran formato evidencia la errancia del fotógrafo, su caminar, su deriva, sus cuestionamientos, sus silencios. Leve y emergente es una serie fotográfica que seduce la mirada en dos sentidos: por un lado, nos impacta la belleza de los paisajes, de las formas de la naturaleza y de los espacios creados por las comunidades; pero, por otra parte, nos confronta con problemáticas enquistadas en territorios olvidados; por lo mismo, las imágenes en su conjunto animan cierta emocionalidad tensa, mirar el paisaje, así sea en una fotografía, siempre encarna una forma de la nostalgia. Herrán ha vuelto al paisaje para acercarnos a las formas materiales de unos mundos específicos, a lo básico de las estructuras que levantan construcciones para hacer la vida o para imitarla; es un manifiesto visual por la sencillez, una postura política que ha enmarcado su vida personal y artística: “Las imágenes fotográficas de esta serie nos proponen la opción de reconsiderar nuestra relación con el entorno, entendiendo lo material ya no como un recurso sino comprendiendo de manera más íntima sus condiciones, sus guiños y valores para pensar el hábitat y la cultura desde la perspectiva de la sencillez”, escribió Herrán en su texto sobre Leve y emergente.

Tal vez sin proponérselo, Herrán constituye una secuencia visual que conmemora los rituales más mínimos, funda una apología a los espacios y a las situaciones que nos invitan a un pensamiento consciente de lo que da sentido a la vida; en sus fotografías encontramos el valor del rito cotidiano en el juego, en la meditación, en el cortejo que despide al muerto, en el calor que espera en el interior del hogar, en la capilla atravesada por los rayos del sol que anhela la llegada del fiel, en la contemplación de la niebla que se confronta con la dureza de una piedra; son imágenes que nos manifiestan lo esencial en materialidades animadas por el instinto ceremonioso de los individuos.

Bibliografía

Herrán, Juan Fernando (2021). Leve y emergente. Exposición en la Galería Nueveochenta (Bogotá). Recurso en línea: https://nueveochenta.com/sala-principal/leve-y-emergente/

Onfray, Michel (2016). Cosmos. Paidós Contextos.

Prix Pictet (2015). Recurso en línea: https://prixpictet.com/consumption/commission/

  1. Conversación con Juan Fernando Herrán sobre su proyecto Leve y emergente en la galería Nueveochenta (Bogotá) / Miércoles 24 de agosto de 2021 ↩︎
  2. “Bachelard asocia el fuego con la imaginación, con la meditación, con la ensoñación. Bachelard en La psicología del fuego manifiesta que la contemplación del fuego nos lleva de nuevo a los orígenes mismos de la existencia (…) el fuego es el lugar del saber verdadero”. Onfray (2016, pp. 342) ↩︎