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Antonio Caro (1950-2021)

Socióloga de la Universidad de Antioquia (2009) y magíster en Historia del Arte de la Universidad de Salamanca (2012). Se ha desempeñado como investigadora, docente y curadora independiente. Ha recibido diferentes distinciones, como la Beca en Investigación en Artes Plásticas del IDARTES (2019), el Premio Nacional en Curaduría Histórica de la Fundación Gilberto Álzate Avendaño (2017), fue seleccionada para participar en el programa de formación curatorial del Independent Curators International (2015), fue merecedora de la Beca en Curaduría de la Alcaldía de Medellín (2015) y de la Beca de Investigación en Artes Visuales del Ministerio de Cultura (2014). Ha sido docente de cátedra desde el 2013, en las áreas de historia del arte colombiano y latinoamericano, historia del arte contemporáneo, y sociología del arte y la cultura

Escribir sobre Antonio Caro (1950-2021) a un par de meses de su muerte no es una tarea fácil. Caro llegó a ser uno de los artistas más respetados del arte colombiano y una de las figuras claves del llamado conceptualismo, asociado a las prácticas artísticas experimentales que surgieron en América Latina en los años setenta y ochenta. Su obra, caracterizada por la desjerarquización de los medios de producción, una estética popular y la “exploración de relaciones lúdico-críticas entre significados”,1 recodificó las relaciones con la institucionalidad artística de la época y contribuyó a la emergencia de las prácticas del arte contemporáneo en Colombia.2 Como se ha relatado en varias ocasiones,3 Caro saltó a la fama por el afortunado fracaso de su obra coloquialmente conocida como Cabeza de Lleras (1970). Tenía 20 años cuando presentó en la versión de 1970 del Salón Nacional de Colombia una urna de vidrio que contenía un busto del expresidente colombiano Carlos Lleras Restrepo realizado con sal y destinado a diluirse cuando se vertiera agua en la urna. Sin embargo, un defecto de fabricación hizo que el agua se filtrara a través de una fisura, de modo que la urna quedó a medio llenar. Hasta este momento habría podido tratarse simplemente de una obra defectuosa, pero Caro se empeñó en tratar de llenar la urna hasta que el agua comenzó a desbordarse, lo que incomodó a algunos asistentes. Caro, quien años después comprendería el poder de la publicidad y sus formas de comunicación, se vio favorecido por una reseña escrita por Alegre Levy, titulada “¡Se inundó el Salón!”, que visibilizó su trabajo a partir de este incidente.4 Este afortunado azar fue como una premonición, pues en adelante Caro exploraría sistemáticamente la relación entre la obra y lo que se construye alrededor de ella. Efectivamente, la obra de Caro no puede desligarse de su persona. En palabras de Bernardo Salcedo: “Caro es Caro, es decir, el personaje es más importante que lo que hace, él en sí es una obra […]. Los demás artistas valen por lo que hacen pero a veces [Caro] vale más por lo que es […] y no hay nada más que decir”.5 Quizás sí hay algo más que decir. Es cierto Caro construyó una imagen de sí mismo, de la misma forma en que operó su práctica artística se convirtió en una especie de ícono. Su imagen desaliñada, con sus jeans y camisetas, sus anteojos gruesos a causa de la miopía y su falta de dientes contrastaban y lo favorecían en un medio que celebra la autenticidad y la actitud iconoclasta. En 2010, en la ciudad de Cali, Colombia, realizó una exposición en La Vitrina de Lugar a Dudas, llamada En Cali me regalaron esta espectacular camiseta. Caro utilizó el espacio para presentar su colección de camisetas viejas y competir “de la forma más absurda y quijotesca […] con el glamour y la sofisticación de las boutiques de la zona rosa del tradicional barrio Granada”.6 Solo Caro se podía permitir volver su particular estilo en una excusa para plantear una crítica a la sociedad de consumo. Supo explotar con humor su imagen contracultural e integrarla de manera consciente al personaje icónico que hoy recordamos. Como dijo Jaime Ávila, Caro “es alguien que llama muchísimo la atención […]. Es muy extraño. Además siempre está bien acompañado, […] andaba con gente bonita o gente que le daba contraste o gente que era muy interesante o gente famosa”.7 Alrededor de su figura se celebró cierto culto a la personalidad que también cumplió un papel en su desarrollo artístico. Caro se labró una figura pública que dejó más de una anécdota y un par de disgustos, como la famosa cachetada que le dio a Germán Rubiano, uno de los jurados de admisión del Salón Nacional de 1974, en el que se rechazó la obra que el artista había enviado. La resonancia que tuvo el incidente, los comentarios y chistes que suscitó se transformaron entonces, muy al estilo de Caro, en la conocida obra llamada Defienda su talento (1974). Esta actitud irreverente, que en oportunidades rayaba en lo insufrible, la padecieron algunas instituciones del arte; son varias las historias en las que Caro fue quizás demasiado Caro, convirtiéndose en un ligero —y a veces agudo— dolor de cabeza para los organizadores de eventos en los que participó o fue protagonista. Caro podía llevar al límite a la institución, instrumentalizarla y salirse con la suya. Como dijo su hermana Gloria Caro, “mi hermano ha demostrado que ser difícil no es cuestión de rebeldía y hacer lo que uno quiere, sino conducir lo que uno quiere hacer hacia algo y de eso sacar un resultado”.8 Caro supo conducir su irreverencia para estar y no estar, para participar del circuito del arte local y a la vez eludirlo, para redefinir el sentido del arte con sus obras, que a menudo regalaba, desmantelando la fetichización de la pieza única y el preciosismo a través del uso de materiales pobres y una estética de corte popular. No en pocas oportunidades diluyó la materialidad del objeto para transitar hacia la experiencia y asumir la tarea de educador a través de sus “talleres de creatividad” que realizó a lo largo de los años en múltiples lugares y con públicos diversos (fue esta una de sus facetas más queridas y recordadas). Caro aparecía y desaparecía: participó en los más importantes eventos artísticos de su generación, pero también se perdía en los desplazamientos a los que lo llevaron sus viajes y talleres en un constante ir y venir, estar y eludir. Caro aparecía en los momentos menos pensados y estaba en casi todos lados —como lo señaló Luisa Naranjo, era omnipresente.9

Nadie pone en duda el lugar que su obra se ganó dentro de la historia del arte del continente, como pionero de las prácticas experimentales que surgieron en el país en la década de 1970, creó obras que evidencian su capacidad de síntesis visual. Aunque Caro atribuyó “su éxito a una combinación de intuición y suerte”,10 también viene al caso observar que durante las últimas décadas la historiografía del arte latinoamericano ha comenzado a interesarse en las prácticas experimentales que surgieron en los setentas y ochentas. Su papel en este panorama histórico, que a él mismo poco le interesaba, sin duda contribuyó a darle una visibilidad a su obra en el plano internacional. En 1999 participó en la famosa exposición Global Conceptualism: Points of Origin, 1950s-1980s, cuya curaduría estuvo a cargo de Luis Camnitzer, Jane Farver y Rachel Weiss. La muestra se proponía demostrar la fuerza de los conceptualismos globales ignorados por los relatos dominantes del arte mundial, y Caro fue uno de los más claros ejemplos en el contexto del arte colombiano. Este auge de exposiciones e investigaciones abrió nuevos espacios para Caro, quien supo establecer una relación con el mercado muy a su estilo, entrando y saliendo. Al final de su carrera lo representó una de las galerías más prestigiosas del país, Casas Riegner, donde realizó una de sus últimas intervenciones: “En un ventanal de la fachada, Caro escribió con jabón Rey la frase Jabón bendito jabón, que se convertiría en un performance en el que la gente podía inscribirse para darle la mano al artista después de lavarse las manos con jabón. Esta acción fue pensada por el artista como un gesto para volver a establecer contacto físico después de meses en aislamiento a causa del Covid”.11 No sin ironía esta acción, titulada Dame la mano, planteó en el contexto de la pandemia la necesidad del encuentro y el contacto físico, pero también retomaba el constante juego de Caro siendo Caro, al proponerle a los asistentes que le dieran la mano al artista en el contexto de un espacio expositivo y luego recibir una pequeña esquela de agradecimiento firmada por participar en la acción. Hasta el final de su vida Antonio Caro supo leer las coyunturas para proponer acciones divergentes que sirvieran de excusa para mirar la realidad con ojos más atentos y, por qué no, un poco cínicos. De ahí su permanente vigencia.

El trabajo de Caro evitó el adorno y la pretensión, pero no solo eso: en su conjunto su producción estimula una mirada crítica de la realidad evidenciando temas que perviven: el desarrollismo y la cultura de consumo, con obras como Colombia-Marlboro (1973) o la emblemática Colombia Coca-Cola (1976); la visibilización de la resistencia indígena o la violencia estatal, con obras como Homenaje a Manuel Quintín Lame (1978) o la hoy tristemente vigente Aquí no cabe el arte (1972); la carestía de la vida, con Todo está muy caro (1978), una obra que articula de manera astuta la autopromoción y el reclamo social. Caro abordó temas de gran debate público, como la dosis personal o el aborto, a través de piezas que operaban a la manera de un eslogan publicitario y se valían de la tipografía para potenciar el mensaje. Según Jaime Ávila, Caro fue “una persona con criterio de conclusión y las conclusiones de él son como de una mano dura”.12 Quizás esta sea una forma muy acertada de entender el trabajo de Caro: sus obras son concluyentes en tanto logran mucho con poco. En su aparente simpleza decantan muchas capas de sentido que logran condensar en una imagen potentes mensajes que le hacen una emboscada al espectador — no por nada Luis Camnitzer lo llamó un “guerrillero visual”.

La apropiación de logos e imágenes de la cultura popular y de estrategias publicitarias como la repetición han permitido que la obra de Caro sea resignificada por públicos amplios, y de este modo su estética contundente y su estrategia de comunicación crítica siguen siendo efectivas en múltiples contextos. Por ejemplo, su obra Colombia Coca-Cola se transformó en Polombia Coca-Cola en respuesta a un desliz verbal del presidente Iván Duque que posteriormente las redes se encargaron de viralizar. Defienda su talento se ha transformado en Defienda su… revuelta, futuro, tierrita, magia, deseo, humor, memoria, libido, aliento. Aquí no cabe el arte se transformó en aquinocabenmasmuertos. Pero quizás una de la obras que más ha sido reinterpretada desde la cultura popular es Todo está muy caro, que se ha transformado en un eslogan que muta para adaptarse a la coyuntura nacional: Todo está muy fachoTodo está muy chimboTodo está muy paroTodo está muy tristeTodo está muy paracoTodo está muy raro. Las nuevas versiones circulan en redes, carteles impresos para marchas e incluso en proyecciones (como las realizadas por el colectivo @lanuevabandadelaterraza) y murales en el espacio público (como el realizado en el puente de San Mateo en Cúcuta). Algunas de sus obras se han vuelto iconos de sensibilización y muchos se las han apropiado para usarlas como medio de expresión colectiva y popular. Es cierto que la obra de Caro no se entiende sin su persona, pero ahora que ya no está vemos como todo sigue estando muy Caro.

  1. Carmen María Jaramillo, Fisuras del arte moderno en Colombia (Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá y Fundación Gilberto Alzate Avendaño, 2012), 310. ↩︎
  2. Para una aproximación más detallada a la obra de Antonio Caro, véase: María Clara Cortés, “Acercamientos a la obra de Antonio Caro” (Tesis demaestría, Universidad Nacional de Colombia, 2001), y Gina McDaniel Tarver,The New Iconoclasts. From Art of a New Reality to Conceptual Art in Colombia, 1961-1975 (Bogotá: Universidad de los Andes, 2016). ↩︎
  3. Álvaro Barrios, Orígenes del arte conceptual en Colombia (Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, 1999), María Mercedes Herrera, Emergencia del arte conceptual en Colombia, 1968-1982 (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2011), Gina McDaniel Tarver, “Antonio Caro: el poder de la miopía”, en Antonio Caro, editado por José Roca y Alejandro Martín (Bogotá: Seguros Bolívar, 2014), 13-29. ↩︎
  4. Alegre Levy, “¡Se inundó el Salón!”, El Tiempo, 17 de octubre de 1970. ↩︎
  5. Juliana Flórez, “Caro es Caro”, video de YouTube, 57 m 46 s, 20 de mayo de 2015,https://www.youtube.com/watch?v=T6UtPpgh-3I ↩︎
  6. http://www.lugaradudas.org/archivo/publicaciones/la_vitrina/antonio_caro.pdf6.Lugar a Dudas, Antonio Caro: La vitrina, abril 8 al 27, 2010 (Cali: Lugar a Dudas, 2010). ↩︎
  7. Flórez, “Caro es Caro”. ↩︎
  8. Flórez, “Caro es Caro”. ↩︎
  9. Luisa Naranjo, “Antonio Caro, el artista omnipresente”, Razón Pública, 5 de abril de 2021, https://razonpublica.com/antonio-caro-artista-omnipresente/?fbclid=IwAR2fv1bh1f1bp5nmV33Tzk1kybHAIg85NC94Xpb0qaDa6QLIlSg5DbZeXac ↩︎
  10. McDaniel, “Antonio Caro”, 14. ↩︎
  11. Naranjo, “Antonio Caro”. ↩︎
  12. Flórez, “Caro es Caro”. ↩︎