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Tipógrafos de oficio

Reseña del libro de Laura Judith Sandoval Sarmiento y Hugo Alonso Plazas Páez, Tipógrafos de oficio. Transformaciones de imprentas en tres ciudades colombianas (Editorial Universidad de Nariño, 2022)

Augusto Solórzano Ariza

Actualmente la práctica tipográfica está siendo sometida a una revisión histórica y antropológica que ha sacado a flote nuevas interpretaciones del papel que tienen las formas de impresión en los intercambios sociales. La rápida sustitución de las labores manuales y fotográficas propias de la imprenta tradicional que prosperó hasta hace algunos años deja un remanente de oficios, máquinas y maneras de hacer que constituyen una riqueza acumulada en tradiciones teóricas y metodológicas que se niegan a desaparecer. Este patrimonio encarnado en la sabiduría de los artesanos de la escritura reclama nuevas vías de acceso representadas en preguntas, temas y planteamientos que, al dejar de lado el afán de la eficiencia y la productividad, se convierten en la base para rescatar un patrimonio cultural y un conocimiento que entabla un diálogo entre la tradición gráfica del ayer y el arte y el diseño gráfico contemporáneos. Una apreciación panorámica de estos asuntos se ve reflejada en la emblemática exposición Tipo lito calavera (presentada en la Casa Republicana de la Biblioteca Luis Ángel Arango en 2022 y 2023 y curada por Juan Pablo Fajardo González), la investigación Imprentas en la era neoliberal. Biografía colectiva del trabajo en las artes gráficas en Bogotá de Daniel Velandia Díaz (publicada por la Universidad Nacional de Colombia en 2019) y Tipógrafos de oficio. Transformaciones de imprentas en tres ciudades colombianas de Laura Judith Sandoval Sarmiento y Hugo Alonso Plazas Páez. 

La reseña de esta última publicación que se presenta a reglón seguido versa sobre un asunto central: la apuesta que hacen los investigadores por rescatar en Cali, Pasto y Popayán el patrimonio cultural de las pequeñas imprentas, los saberes tipográficos que exigen la inventiva, disciplina y destreza, así como la narrativa ética y estética que se estructura alrededor de una labor artesanal inseparable de la corporeidad, la materialidad y la sociabilidad. En este estudio prima entonces una preocupación por la tipografía como patrimonio que, encarnado en el cuerpo, coevoluciona con su entorno y se transforma en una acción comprensiva que posibilita la ampliación de su horizonte. Esto se traduce en un interés por expandir los caminos de la tipografía que, por demás, al no estar preestablecidos, requieren de la construcción de preguntas, conceptos y marcos de interpretación que la validen como un patrimonio vivo vocacional capaz de ofrecerle una perspectiva interesante a los jóvenes diseñadores.

Los autores destacan cómo la manualidad del oficio, la especialización de la profesión y la creatividad artística convergen en la tipografía de forma paradójica: por un lado, el tipógrafo crea una realidad visual que define el aspecto de los textos de acuerdo a las herramientas empleadas, pero por otro, una vez que la tipografía se naturaliza como artefacto cultural, la realidad de su proceso constructivo pasa a un segundo plano que comienza a interesar a un escaso número de especialistas. A pesar de ser medio y fin del mensaje escrito, objeto y objetivo de la impresión, la tipografía más que demostrar, muestra; más que provocar, esclarece; más que dictar, afirma. 

Para nadie es un secreto que entre las tareas de la tipografía se incluye la de prever las condiciones futuras de la comunicación y propiciar mejores ambientes de lectura para que un mensaje que todavía no existe pueda ser leído e interpretado de forma correcta. Poner en diálogo al individuo que la produce con su contexto cultural es adentrarse en terrenos donde lo verbal y lo visual, lo intangible y lo tangible se juntan y concretan en la plasticidad tipográfica. Cabe recordar que la escritura con letras prefabricadas —como la llamaba Gerrit Noodzij— tiene un carácter colectivo que refleja la conciencia de nuestro mundo y facilita las relaciones humanas. De ahí que el abordaje investigativo por el que optan Sandoval y Plazas se abra en múltiples facetas. Valores estéticos, materiales, tecnológicos, técnicos, sociológicos, históricos y políticos, entre otros, convergen en un todo que se engloba en los millones de mensajes que circulan diariamente sin que haya una plena conciencia de los alcances que tiene su superproducción.   

Retomando el asunto de la memoria, que aparece una y otra vez mencionado en el libro, vale la pena volver la mirada al filósofo de la técnica Vilém Flusser, quien afirma que la consecuencia de una actitud naturalizante es una atrofia de nuestra capacidad de sorprendernos y maravillarnos, esto es, de permitirnos percibir el mundo como nunca antes lo hemos percibido. La iniciativa académica expuesta aquí se inscribe en el proyecto de desnaturalizar la tipografía y hacer visible una dialéctica de la creación tipográfica que pone en sintonía la técnica y la pasión de quienes la ejecutan en el suroccidente colombiano. En franca contravía de las actuales tendencias imperantes en nuestra sociedad, que tienden a celebrar el triunfo de la voluntad del individuo como arquitecto de su propia identidad, el espíritu del texto vuelve al rescate del trabajo colectivo, ese que se produce por transferencia de saberes, fuerza de voluntad y pasiones cultivadas en el tiempo. De ahí que la primera parte del libro, que valida la tipografía como patrimonio vivo, ahonde en rescatar las formas de hacer y salga al rescate de la experiencia compartida que pone en diálogo los saberes del tipógrafo tradicional con los procesos formativos de los jóvenes diseñadores gráficos. Por supuesto, esto incluye una reflexión sobre las máquinas, procesos y resignificación del oficio a la luz de cómo han sido formados los impresores, qué tanto se ha transformado el oficio de tipógrafo en el curso de la historia material y cómo los fundamentos de un trabajo manual construyen una subjetividad laboral inseparable de la confianza con los clientes, la inventiva, la disciplina y las destrezas manuales. 

Se trata de esa forma de trabajo que se hace juntos y de la que Richard Sennett asegura que convierte la cooperación en una habilidad, en la comprensión mutua y en la necesidad de responder a las necesidades de los demás con el fin de actuar conjuntamente. De fondo, el texto sitúa asuntos éticos, estéticos y políticos que, en forma de relatos, sacan a flote unas formas de hacer cotidianas atravesadas por el flujo de la técnica, afincando una conciencia de la cotidianidad compartida, las relaciones sociales del trabajo y las habilidades en peligro de extinción. Consecuente con el sentido colectivo que se comparte en los talleres de grabado y de tipografía, recreado en estas páginas por las voces de sus protagonistas, el libro aboga por mantener ese espíritu del trabajo cooperativo que devela la sensibilidad de escuchar en una conversación. Como punto a resaltar está la participación de jóvenes estudiantes de la carrera de diseño gráfico de la Universidad del Cauca que pertenecen al semillero Locos por la tipografía, participación que, por demás, traza un camino en el que se plantean las coordenadas de la investigación teórica al repensar lo cotidiano del oficio y darle voz a su riqueza manifiesta.

Conforme lo mencionan los autores, la investigación busca allanar el camino hacia la concepción del patrimonio gráfico del suroccidente colombiano situado en Cali, Popayán y Pasto. La manera de lograrlo se sustenta en una investigación formativa asentada en la perspectiva que Hans-Georg Gadamer traza para la conversación: el habla, la escucha, la lectura y la escritura. Este aspecto es determinante en cuanto asienta los pilares de la investigación, que propende por construir una experiencia histórica que pone en juego la pregunta por el diálogo. La premisa del proyecto es que para una investigación así no existe un camino prefijado, sino que es la conversación la que fundamenta una experiencia del mundo adherida al lenguaje. De allí se entiende el papel que ejerce el intercambio de saberes y diálogos con profesionales en congresos especializados sobre el patrimonio tipográfico y con los sabedores tradicionales del oficio tipográfico. Este diálogo que se da en distintos niveles constituye un valor incalculable del libro. El sentido hermenéutico de la conversación hace visible la cara de estos artesanos de la escritura que comparten su experiencia del mundo sobre la base de entenderse con las nuevas generaciones de diseñadores que proyectan nuevas perspectivas para el saber tipográfico tradicional en un mundo atravesado por la inmediatez. Es en la conversación que el conocimiento se transforma en una experiencia compartida que involucra diversas voces y configura experiencias de mundo amplias. De ahí que no sea exagerado asegurar que el trabajo de Sandoval y Plazas ahonda en la tipografía entendida como experiencia vital.

Con este telón de fondo, el lector encontrará que la tipografía opera aquí como un concepto transversal con el que se aborda la pluralidad de voces que integran una rica biografía social que da a conocer la vida cultural de un colectivo de tipógrafos que cruza sus vivencias personales con el desarrollo de las imprentas de Cali, Pasto y Popayán. Otro de los aportes coyunturales es que el trabajo puede ser leído como un aporte antropológico que revela cómo alrededor de la producción tipográfica existen procesos complejos de interacción social donde se traslapan ideas y creencias que se van modificando con el tiempo y transformándose en la medida en que evoluciona la historia material. A pesar de sentirse el eco de la nostalgia de las épocas gloriosas en las que los talleres lideraban la producción de impresos, el lector se encontrará que detrás de la investigación lo que realmente se está forjando es una comunidad de aprendizaje que poco a poco, en la facticidad de los programas de diseño de la Universidad de Nariño y de la Universidad del Cauca, viene configurando alrededor de la tipografía un entorno ideal para el aprendizaje compartido y una entidad que convoca una participación activa que transforma la realidad y las mentalidades de los diseñadores en formación. Llama poderosamente la atención la manera en que esto ocurre, pues el diálogo hermenéutico que sustenta la investigación restaura los hilos de la conversación dándole cara, cuerpo y voz al artesano que valida su palabra frente al experto académico, propiciando una posición dialógica. Es en este flujo de conversaciones que tiene lugar la comprensión, entendida como la capacidad para ponerse de acuerdo sobre algo. 

Como último punto es ineludible traer a colación que la tipografía es clave para el análisis de la pluralidad y para la integración o inclusión de disciplinas, problemas, contextos y situaciones de aprendizaje. Por esta razón este estudio presenta, en un amplio marco de articulación e integración, problemas contextuales relacionados con la memoria, el patrimonio vivo y la producción técnica que articulan prácticas de investigación y de participación abiertas a individuos que están en procesos de formación.