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HIBRIDACIONES

Hibridaciones, sincretismo. Colisión de culturas nunca resuelta.
Colonizadores marcados y aislados en su distante y gélido palacio paramuno. incomprensión y violencia.
Cosmogonías amazónicas, del Sibundoy, de la Sierra Nevada, de San Agustín, de Tierradentro. 
Energías del jaguar, la anaconda y el gavilán que siguen viviendo encarnadas en las chivas decoradas con ecos de pintas del yagé y calcomanías de los dioses plásticos de consumo, y en los camiones viejos con jetas de tigre, engallados como capillas rodantes.
La garra, el pico y el diente y, al mismo tiempo, la advocación perenne a la Virgen del Carmen. 
Una espiritualidad antigua que permanece soterrada. 
Un machismo y una violencia que afloran.


Marcos Roda

Como descendiente de catalanes y de colombianos, nacido en París, pero colombiano desde los dos años, mi visión del país está profundamente marcada por una curiosidad ansiosa que quisiera lograr una definición de raíces culturales, políticas, sociales, una definición de lo que es la colombianidad. A mis setenta años me doy cuenta de que esa entelequia no existe, pero también de que, en medio del caos o la infinita riqueza de hibridaciones que forman el riquísimo acervo cultural de los colombianos hay un fondo de fina maestría en lo visual que todo lo atraviesa. Una manera de manejar el color, que se refleja en la arquitectura popular. Una manera de decorar y reconstruir camiones y buses que, de cierta manera los eleva al estatus de máquinas mito. En el libro La última máscara, que publiqué este 2024, trato de aclarar estos conceptos tal vez osados. Ahí las imágenes fotográficas y el texto lo intentan.