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Los primeros pasos de una pionera de la cerámica en Colombia. Entrevista a Cecilia Ordóñez

Originaria de Pamplona, Santander, la artista colombiana Cecilia Ordóñez París recuerda su ciudad natal como un lugar frío y repleto de iglesias. Cuando era muy pequeña, llegó con sus padres a vivir a Bogotá, donde pasó su infancia y adolescencia entre el seno de una familia de cuatro hermanos y una hermana, y un colegio de monjas que rechazó desde temprano, porque iba en contravía de su curiosidad innata y de sus ansias de libertad y creatividad.

Su vida dio un giro en los años sesenta cuando conoció a Beatriz Daza, su maestra, quien le mostró las posibilidades de la cerámica como medio de expresión artística. Tal fue su fascinación por este arte que, años más tarde, Cecilia creó el programa de Cerámica en la Universidad Nacional, dejando una huella indeleble en los cientos de estudiantes que pasaron por sus clases. Hoy, su obra escultórica es un referente obligado de la cerámica en Colombia y forma parte de varios museos y colecciones privadas, tanto nacionales como internacionales.

Cecilia Ordóñez: Terminé el colegio a los 16 años. Quería pasar esa etapa rápido y dedicarme a algo diferente. Fue entonces cuando me encontré con la cerámica. En ese momento empecé a sentir que podía ser una persona; antes no lo era, era la sombra de alguien, no era nada. Tenía mi mundo de fantasía y jugaba mucho.

Empecé estudios generales en la Universidad de los Andes, donde descubrí la clase de Biología y me di cuenta de que uno podía inventar y que a mí me gustaba y quería tener esa libertad. Ahí empecé a pensar que me gustaba no solo la biología, sino el hecho de que me dejaran hacer cosas por mi cuenta. Esto no lo estudié en los Andes, porque encontré a Beatriz Daza, quien hacía cerámica y me pareció mucho más interesante, porque era algo que no se conocía en Colombia; ella era la única que trabajaba en eso.

Además, me gusta que la gente pueda sentir que la vida es alegre y amable. Lo que hago nace de mi intención de ser feliz y de transmitir algo de esa felicidad a los demás.

PA y OG: ¿A través de las formas?

CO: A través de lo que muestro, de lo que hago. Me parece que lo mío no tiene nada que ver con denuncias de ningún tipo, aunque la gente diga que sí. Por ejemplo, se especula que mi obra sobre el Polo Norte es una crítica al calentamiento global, pero la pensé así gracias a la belleza de la imagen que presencié. Es impresionante ver pedazos de hielo flotando en un océano oscurísimo. Cuando el piloto anunció que estábamos pasando por el Polo Norte, todos los pasajeros se fueron para el mismo lado y yo pensé que el avión se vendría abajo. No creé esa obra para hacer una denuncia, eso ya está hecho; la hice porque me pareció tan impresionante y lindo lo que vi, que se quedó muchos años en mi cabeza, hasta que conseguí trabajarlo en porcelana.

PA y OG: ¿Cuándo conociste a Beatriz Daza? Cuéntanos cómo fue esa experiencia. Exactamente, ¿qué fue lo que viste en su obra que te sedujo para tomar ese camino? 

CO: Fue una casualidad. Mi amiga Julieta, que estudiaba Artes Plásticas en la Universidad de los Andes, y yo decidimos ir a ver qué pasaba en la Nacional. Allí, en el edificio de Filosofía, donde funcionaba el Museo de Arte Moderno, estaba la exhibición de Beatriz. 

Vi la exposición, escuché que había una visita guiada y pensé: “Yo de aquí no me voy sin conocer a esta persona”. Había visto en mi casa muchas porcelanas y adornos, pero nunca había visto una cerámica con esa cantidad de texturas; parecían rocas, un pedazo de satélite o un aerolito —rocas muy extrañas—, y me dije: “esto es muy raro y me parece más interesante que lo que ha hecho la gente con cerámica artesanal”. Yo había visto cerámicas, pero nunca había visto cerámicas artísticas.

PA y OG: ¿Había murales?

CO: En ese momento, había muchos: unas placas de pared, pero no eran las últimas que hemos conocido después de que a Beatriz le dijeron que no podía volver a trabajar con cerámica, porque parece que tuvo un problema con el minio y le prohibieron hacer esmaltes. Entonces comenzó a hacer collages en los que tomaba elementos diferentes, cerámica y otras cosas. Pero antes de hacer eso, creó unas placas de mucha materia; eran unas placas pesadísimas porque eran macizas. Experimentaba con color y con óxidos diferentes, y eso a veces hervía; en ocasiones había manchones, era un abstraccionismo muy dinámico y eso me pareció mágico. Me pregunté: ¿ cómo lo hace? Y entonces creo que por eso fui a la Universidad Nacional a ver qué pasaba. Y pues pasaba que allá estaba lo mío. Llegué porque me tocaba. Es decir, por el destino, creo yo.

PA y OG: ¿Fue importante la sensación de la materia viva que viste ahí? 

CO: Sí, era algo que no había visto antes, que no esperaba encontrar y era realmente nuevo para mí. Desde ese momento, creo que lo que he querido siempre es hacer cosas que posiblemente ya se hayan hecho, pero que yo nunca había visto.

PA y OG: ¿Cómo fue el aprendizaje del oficio en la universidad? 

CO: Fue muy divertido porque no había carrera: era un curso electivo que dictaba Beatriz Daza en las tardes. Yo podía ir a los Andes en la mañana y por la tarde a la Universidad Nacional. Empecé mi cerámica con Beatriz de una manera muy… digamos, muy propia de ella. Con Beatriz uno nunca aprendía algo tipo “hágalo así porque es así”, sino más bien en plan “hágalo a ver cómo le queda”. 

Recuerdo que Beatriz nos exigía que hiciéramos rollitos y cilindros lo más perfectos que pudiéramos. La habilidad de la mano era lo que ella más evaluaba: cómo apretaba uno, qué sensibilidad tenía, cómo le quedaba y si sabía proporcionar. Era como diseño, pero al mismo tiempo hecho con arcilla y en cerámica, porque todo se hacía pensando en que pudiera ser quemado. 

Así estuve un tiempo aprendiendo con ella hasta que lamentablemente falleció. Luego, el maestro Manuel Hernández trajo a un profesor de laUniversidad del Tolima, llamado Jaime López, para que dictara el taller de cerámica.

PA y OG: ¿Cuándo empezaste en la Universidad Nacional?

CO: En 1966. Beatriz Daza murió a los dos semestres de estar dando clase. Ese mismo año se mató mi papá. Fue un año en el que estuve muy perdida.

PA y OG: Quedaste huérfana de padre y maestra…

CO: Sí, de padre y maestra. Recuerdo que tomaba otras clases, porque no solamente quería hacer cerámica: estudiaba Modelado porque también era con barro, Perspectiva, Dibujo de modelo y Color con el maestro Linares. Ese maestro me encantaba, porque tenía una sensibilidad muy especial en el ojo y nos ponía a hacer el círculo cromático con todas las degradaciones de color y las mezclas de los colores primarios, secundarios y terciarios. Para mí, eso era fascinante.

PA y OG: ¿Cuánto tiempo estuviste en la Universidad Nacional? 

CO: En la universidad estuve desde 1966 hasta 1976, cuando me gradué porque inventé la carrera. En esa promoción nos graduamos muchos que veníamos tomando cursos libres hasta que nos dieron un título que decía “Expertos en Cerámica”. Mi amiga Julieta también terminó su carrera y se graduó de maestra en Pintura en la Universidad Nacional. 

En esa época, había artistas como Juan Manuel Lugo, a quien le habían dado el Salón Nacional. A él, a Julieta y a otras personas les otorgaron una beca para ir a París. Yo también quería ir. Como tenía un carro y dinero de la herencia de mi papá, vendí el auto, le di la plata a mi mamá y le dije: “Mamá, me vas a girar mensualmente por medio del Icetex , porque me voy a estudiar cerámica en París”.

Cuando llegué, me dijeron: “usted no tiene pregrado, no puede hacer el posgrado. Como tiene un título de experta, vaya a la École des Arts et Métiers, allá puede hacer cerámica”. Entonces hice eso. En esa escuela el torno era muy importante. Todo el mundo hacía torno y yo no quería, porque le tenía miedo. En la Nacional había un torno de alfarero enorme y habían llevado a un profesor que no sabía usarlo; entonces nadie sabía, todo el mundo ponía la arcilla mal centrada y salía volando. 

En París, primero me pusieron a hacer una cantidad de rayitas con los colores de Sèvres y Limoges en unos platicos blancos, y yo pues hacía las rayitas y miraba por la ventana todo lo que pasaba abajo y pensaba en que quería irme a esa calle a mirar cosas, no quería estar ahí. Un buen día me dije:“¿qué hago acá si yo no voy a usar estos colores? Los colores pueden ser muy lindos, pero ¿yo dónde los consigo en Colombia? Yo no quiero hacer esto, ni torno, ni colores, ni vajillas”. 

Entonces fui a todos los museos que pude con mi carné de estudiante y estuve muy feliz aprendiendo en el sótano del Louvre sobre la escultura de los egipcios y la Victoria de Samotracia, que para mí fue toda una revelación. Llegué al corredor del Museo del Louvre y estaba esa mujer gigante sin cabeza y era tan alta como el hall; tenía alas e iba caminando hacia adelante. Pensé: “qué imagen tan linda, eso es lo que siempre he soñado ser, alguien que no piensa mucho y va para adelante”. Me la pasaba todos los días en el sótano del Louvre mirando las obras de los egipcios y los griegos y todo lo que me interesaba.

Cuando volví a la Nacional y empecé a trabajar mis primeras piezas, que consideraba que eran mías, la gente me decía: “No, con cerámica usted no va a ser nada en la vida, lo de cerámica no tiene ningún valor artístico”. Pero a mí siempre me ha tenido sin cuidado lo que la gente piense. Recuerdo que Manuel Hernández y otros maestros me decían “siga por ahí”, porque Manuel siempre le decía a uno que podía hacer todo lo que uno quisiera. En cambio, había otros que todo el tiempo le decían a uno: “No, ni se le ocurra”, “No, esto no se puede mirar más allá porque se va a estrellar”, “Yo le digo qué tiene que hacer y verá que le va bien”. Yo sabía que no había que creer y decir que sí a todo, entonces me metí de lleno en la cerámica no con el propósito de que me vieran ni de que me contemplaran como una artista, sino para entender por qué me gustaba y qué quería hacer yo, y pues ahí sigo todavía, buscando y entendiéndome. Eso es todo lo que yo he hecho en la vida: tratar de entender.

PA y OG: ¿A qué te refieres cuando dices que creaste la carrera de cerámica?

CO: A que diseñamos un currículo para que hubiese materias que conformaran ciclos. Creamos un ciclo de integración, otro de formación y por último uno de especialización, que era como se usaba en la Universidad Nacional. Los de cerámica únicamente podían estar en cerámica y solo algunas veces podían tomar los talleres de grabado.

PA y OG: ¿Esa carrera la creaste cuando volviste de París?

CO: Sí, después de que fui a estudiar. Cuando regresé de París, estaba de director Carlos Granada; él trajo a Cristóbal Schlenker, y entre Cristóbal y yo hicimos un pensum que incluía la materia de torno. Como ni Cristóbal ni yo lo dominábamos, invitamos a Trixi Allina. Así nació la carrera de cerámica, en la que había materias como talleres, técnicas y otras asignaturas paralelas. Según recuerdo, yo dictaba cerámica, y Cristóbal impartía las técnicas de cerámica. Los estudiantes tomaban dibujos, historias y otras materias.

PA y OG: ¿En qué año se creó la carrera? 

CO: Cuando me gradué, en 1976, de licenciada en Cerámica. En ese momento me pude ir a Estados Unidos a hacer el máster, porque ya tenía una carrera universitaria.

PA y OG: De esa época universitaria, aparte de Beatriz Daza, ¿qué otras influencias fueron relevantes para ti y marcaron tu trabajo?

CO: Me gustaba mucho ir a clase de pintura y a clase de dibujo, aunque no era muy buena en dibujo. No eran materias obligatorias, yo las tomaba porque me parecía que era importante verlas. No había muchas influencias, tal vez la única persona que me marcó mucho fue Beatriz Daza.

PA y OG: ¿Y de lo que viste, por ejemplo, durante la primera vez que viajaste a París?

CO: Vi mucho arte cinético. En muchas galerías había piezas de Cruz-Diez y Le Parc. Para mí era algo muy bonito, mucho mejor que la quietud de la pintura. Si estas obras se miraban desde ángulos diferentes, se veían cosas distintas; eran esculturas, aunque en dos dimensiones.

PA y OG: ¿Cómo crees que ha evolucionado tu trabajo creativo desde que pudiste ser tú, como lo expresaste? ¿Qué te dio alas para ese proceso?

CO: Al principio, era la fascinación por descubrir qué más podía hacer con la arcilla, ¿qué me podía inventar? Hacía todo lo que me parecía que necesitaba: el cosito de la luz que no me gustaba, el pocillo para comer huevo tibio. Esos fueron ejercicios que me dieron seguridad porque los podía hacer; me funcionaba todo lo que me inventaba, no sé por qué. Si revolvía óxidos y al final no me gustaba y metía la pieza al horno y le ponía otra cosa encima, terminaba sirviendo. 

Al final, todas esas experimentaciones y sorpresas me interesaban cada vez más. Además leía mucho; devoraba artículos enteros de una revista que se llamaba Ceramics: Art and Perception y otras más. Leía con un diccionario en mano. Insistía y lo que no entendía, lo dejaba quieto un tiempo, y luego volvía a leer. También me conseguí muchos libros en español de tecnología, porque se suponía que era muy importante saber el peso molecular de los elementos, la química y las fórmulas, los esmaltes y demás. Entonces me metí en ese mundo y después me di cuenta de que esa información no me servía para nada, aparte de sentir la satisfacción de entenderla.

PA y OG: ¿Cómo era el máster en Iowa?

CO: Podía escoger las materias; ahí pude hacer lo que yo quería. Tenía un taller de cerámica en donde podía hacer mis esculturas libremente. Me asignaron un espacio en el sótano de la Facultad, porque allá los del tercer mundo van parael sótano, pero yo era feliz porque nadie más iba. Siempre me ha tocado serfeliz sola. 

Organicé mi espacio y tenía mis barros. En ese momento, no sabía que el barro no se podía someter a tanto frío y como no había calefacción en el sótano, en invierno se congeló; el barro congelado se expande y se revienta. Las tres esculturas que tenía listas se rompieron y solamente pude presentar unas cuatro esculturas en la tesis. El maestro Chuck Hindes me preguntó “¿usted qué hace aquí?”, y le contesté: “pues haciendo la tesis para poderme ir”. Él dijo: “Usted ya se puede ir, váyase a pasear, váyase para otro lado, con lo que hizo ya es suficiente”, y me dio la libertad que yo necesitaba para meterme en las bibliotecas y conocer aún más.

PA y OG: ¿De los artistas ceramistas que viste, cuál te marcó o cuál te gustó?

CO: Había muchos muy interesantes. Una mujer que se llamaba Betty Woodman nos hizo una demostración en la que entendí que la libertad era lo único importante en el arte y más aún en la cerámica. Ella tomó el torno e hizo unas placas; las botó al suelo y las volvió una lengua larguísima, y con eso hizo después unas almohadas. Eso me encantó. Entonces pensé: ella sí sirve haciendo torno, porque todo el mundo hacía lo mismo: pocillos y jarras, pocillos y jarras. En cambio ella hizo algo diferente. Me dejó convencida de que con la cerámica se podían crear cosas muy distintas a las que todo el mundo hace.

Nosotros íbamos mucho a exposiciones, y pues estaban los que hacían torno muy creativo, así como Paul Soldner, que hacía rakú, y un artista llamado Jun Kaneko, quien hacía unas cosas gigantescas. Fue cuando me dio a mí también por hacer cosas grandes. 

Y bueno, lo de Estados Unidos también fue muy importante para mí porque, de otra forma, creo que no hubiese podido tener este horno [el horno en su estudio], pues lo diseñé a partir de la clase de construcción de hornos que tomé. El horno lo hice en Bogotá, en mi otra casa, con la ayuda de dos obreros. Obviamente, yo de mampostería no sé, solo compré los ladrillos. Ellos me ayudaron en la armada del horno, pero siguiendo el libro de Olson, a quien también conocí en Estados Unidos. 

En definitiva, el máster dividió mi vida en dos etapas. Después de que llegué de mi especialización, hice la muestra “En el Principio”. Se llamó así porque sentía que por fin era yo y que había empezado un camino, que era yo la que estaba haciendo las cosas. Eran puros cilindros porque fue lo primero que aprendí con Beatriz; cilindros que eran esporas, nacían y crecían y se convertían en una suerte de caverna. La expuse en el Colombo Americano del Norte y su título lo dice todo: en ese momento sentí que por fin estaba haciendo cerámica.

  1. Departamento de Arte, Universidad de los Andes, Bogotá. pacosta@uniandes.edu.co ↩︎
  2. Departamento de Arte, Universidad de los Andes, Bogotá. olgarcia@uniandes.edu.co ↩︎