reseña del libro de Adam Jasienski, Praying to Portraits: Audience, Identity, and the Inquisition in the Early Modern Hispanic World (The Pennsylvania State University Press, 2023)
Por: Lisandra Estevez, Winston-Salem State University, Estados Unidos.

La obra de Adam Jasienski ofrece un examen innovador y original de cómo el retrato y la imaginería religiosa se entrelazaron en el mundo hispánico moderno temprano, desafiando la visión tradicional que postula una separación entre estos dominios artísticos. Este estudio revolucionario subvierte esta división académica convencional, revelando las incertidumbres y ambigüedades fundamentales que caracterizaron la cultura visual en España, sus vastos territorios americanos e incluso partes de Asia. Estas complejidades se intensificaron aún más por los estrictos dictados de la Iglesia católica romana y la influencia omnipresente de la Inquisición. Jasienski demuestra meticulosamente cómo los principios de representación y manifestación divina, junto con ocasionales influencias demoníacas, no fueron fuerzas opuestas sino elementos complementarios que moldearon profundamente la conciencia espiritual de la época.
El amplio alcance geográfico del libro es fundamental para su originalidad. Aunque se centra principalmente en México y España, este estudio también incorpora ejemplos de importantes capitales virreinales como Bogotá y Lima, con breves referencias a centros asiáticos. Esta perspectiva ampliada no es meramente descriptiva, sino fundamental para el argumento del libro, en tanto ilustra la naturaleza generalizada de los vínculos conceptuales entre el retrato y la iconografía sagrada en todo el mundo hispánico moderno temprano. Al ir más allá de los puntos de vista eurocéntricos, Jasienski enfatiza que estas intrincadas interacciones fueron parte integral de las prácticas artísticas y devocionales tanto en la península ibérica como en sus esferas coloniales.
Organizado en cuatro capítulos, una introducción y una conclusión, el libro presenta una serie de estudios de caso que sustentan convincentemente la tesis central del autor. La introducción demuestra que en todo el mundo hispánico moderno temprano, y de hecho en la Europa católica en general, se dieron fusiones frecuentes entre las efigies individuales y la iconografía sagrada, un fenómeno que el autor denomina “retratos sagrados”. Jasienski argumenta que estas creaciones artísticas estaban lejos de ser periféricas; eran más bien un componente central de la sensibilidad artística del período. Vincula persuasivamente su aparición con los pronunciamientos del concilio de Trento y una inclinación cultural hacia la representación de figuras religiosas en forma humana. El autor propone que la integración de elementos sagrados transformó las representaciones personales en imágenes con una resonancia espiritual más amplia, aunque en ocasiones esta fusión entró en tensión con las convenciones artísticas religiosas establecidas. El estudio también revalúa la comprensión española del “retrato” al desafiar la percepción arraigada de que España y sus virreinatos estaban rígidamente controlados por la Inquisición, enfatizando en cambio la naturaleza adaptable de estas formas visuales potentes, a menudo pasadas por alto.
El primer capítulo se inicia con un impactante estudio de caso: la supuesta posesión demoníaca de unas monjas en el Convento de la Encarnación Benita en 1628. Este contexto introduce inmediatamente “una consideración más amplia de las ansiedades sobre la intrincada relación entre el retrato, la semejanza y el arte religioso que impregnó el período”1. Jasienski presenta también su concepto del retrato “a lo divino”, basado en las teorías de Emilio Orozco Díaz. Esta modalidad representa a un individuo como un santo o una persona sagrada. Jasienski desafía las interpretaciones tradicionales al sugerir que tales prácticas transmitían principalmente una monarquía sagrada o reflejaban piedad. En cambio, examina las complejidades de estos “retratos a lo divino” en el arte hispánico moderno temprano, analizando la aprensión social que pudo provocar la fusión de la semejanza reconocible con el simbolismo religioso. Describe criterios específicos para identificar estas obras: iconografía o contexto religioso explícito; un individuo reconocible, no santo; representación intencional; y coexistencia original de elementos de retrato y devocionales. Un argumento clave es que estas imágenes, particularmente las de la realeza, no cumplían principalmente el propósito de exaltar a la persona retratada, sino que servían como instrumentos para la devoción personal y la introspección espiritual, recordando a los espectadores la falibilidad humana y fomentando la abnegación, un concepto profundamente arraigado en las disciplinas espirituales de la época. El capítulo incluye un riguroso análisis de la Anunciación con el retrato de Margarita de Austria, de Juan Pantoja de la Cruz (ca. 1605, Kunsthistorisches Museum, Viena) y explora cómo tal arte desafió el tiempo lineal al colocar figuras contemporáneas en antiguas narrativas bíblicas. El texto también aborda significativas críticas eclesiásticas, que veían la mezcla de lo sagrado y lo secular como potencialmente blasfema. A pesar de las prohibiciones estos retratos fueron muy comunes, aunque a menudo resultaban de encargos privados, lo que subraya la naturaleza flexible de la identidad y la representación en la cultura visual católica moderna temprana.
El Capítulo 2 presenta un análisis crítico de la vera effigies, o “verdadero retrato”, y explora la comprensión de la representación auténtica en el mundo ibérico global del siglo XVII. El clérigo andaluz Juan de Acuña del Adarve postuló que un retrato verdaderamente genuino requería tanto la semejanza como la intención explícita de crear esa efigie específica. Las imágenes más veneradas eran aqueiropoiéticas, presuntamente de origen divino, como el Mandylion de Edesa o el velo de Verónica que llevaba la impronta del rostro de Cristo. Por debajo de estas representaciones se encontraban los retratos de la Virgen María y varios santos, venerados a pesar de no ser de creación divina. El texto investiga el intrincado vínculo entre el retrato y la verosimilitud, señalando un cambio a finales del siglo XVII hacia una comprensión más objetiva del verismo. Curiosamente, hay ejemplos literarios contemporáneos que sugieren que los retratos demasiado precisos podían desdibujar los límites entre la realidad y la fabricación artística, implicando una precisión casi engañosa. El autor explora los factores que influyen en la pretensión de verdad de un retrato a través de estudios de caso de san Benito, san Ignacio de Loyola y santa Teresa de Ávila. Si bien un “verdadero retrato” se consideraba la imagen sagrada más autorizada, su afirmación de autenticidad paradójicamente lo arraigaba en su propio tiempo. La orden jesuita fue pionera en la proliferación global de los “verdaderos retratos” modernos, particularmente de su fundador, Ignacio de Loyola. A pesar de las dificultades para lograr retratos póstumos exactos, se utilizó un lenguaje legalista para afirmar la legitimidad. Si bien los debates en torno al retrato de Ignacio resaltan la naturaleza subjetiva de la realidad, “lo veraz” sirvió consistentemente como principio fundamental para la representación sagrada católica moderna temprana. Este capítulo también aborda la “virtud de la imperfección” en algunos verdaderos retratos y el fascinante ejemplo de las imágenes adaptables de santa Teresa, que a veces se desviaban de su semejanza precisa pero seguían siendo reconocibles a través de una representación consistente dentro de la iconografía de su orden. El capítulo concluye subrayando la mutabilidad inherente de la veracidad en estas imágenes sagradas, influenciada tanto por la inspiración divina como por la intervención humana.
El tercer capítulo examina meticulosamente la práctica de alterar retratos existentes y explora las transformaciones de las efigies con el paso del tiempo y las circunstancias específicas que llevaron a su reinterpretación como imágenes sagradas. Demuestra cuidadosamente la inestabilidad fundamental de los retratos como formas visuales que podían fácilmente adoptar un nuevo significado, a menudo divergente de las intenciones originales. Las controvertidas efigies de Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla de los Ángeles, sirven como una ilustración convincente de la naturaleza porosa de la representación visual en el siglo XVII. La modificación de retratos existentes añadiendo atributos de santos estaba muy extendida, lo que demuestra vívidamente cuán borrosa era la frontera entre lo secular y lo sagrado. Esta recontextualización, a menudo impulsada por el deseo de elevar a los individuos a la santidad, refleja un fenómeno cultural generalizado. Artistas y mecenas reelaboraban rutinariamente los retratos para alinearlos con la imaginería religiosa, desestabilizando su función inicial. Desde la reutilización práctica hasta la devota veneración, esta práctica era común en el caso de las “verdaderas efigies” de figuras santas recientemente fallecidas. El profundo poder de estas imágenes modificadas, incluso si fueron creadas ficticiamente, residía en su capacidad de evocar una conexión espiritual genuina. Además, el libro enfatiza la naturaleza adaptable y permeable del retrato a lo largo del período moderno temprano. Esta fluidez se complicó aún más en función de las diversas perspectivas sociales dentro del vasto imperio español; los públicos de diversos orígenes a menudo interpretaban las mismas imágenes de manera distinta. Por ejemplo, las implicaciones culturales de la palabra náhuatl teixiptla (“representación o sustituto de alguien”) en el ámbito de la creación de imágenes amplían el estudio para incluir los puntos de vista indígenas sobre el retrato. La propia definición de “retrato” variaba significativamente entre regiones, culturas e individuos. A pesar de los intentos oficiales de controlar o prohibir imágenes específicas, como las de Palafox, su flexibilidad inherente les permitió trascender limitaciones y funcionar eficazmente tanto en la esfera secular como en la sagrada.
Finalmente, el Capítulo 4 se centra en los retratos reales españoles al proponer un estudio de la imagen del rey como vínculo crucial entre el arte religioso y el retrato. Jasienski argumenta con elocuencia que los retratos reales españoles, incluso aquellos que carecían de la parafernalia típica, poseían la capacidad intrínseca de funcionar como imágenes profundamente veneradas. Esto extiende la tesis más amplia del libro: que las comunidades modernas tempranas se involucraban frecuentemente en la actividad de “rezarle a los retratos”. El análisis profundiza en cómo las imágenes reales, a través de la puesta en escena de presentaciones ceremoniales, el enmarcado con baldaquines y la amplia circulación por los virreinatos, sirvieron como poderosos sustitutos simbólicos del propio monarca y llegaron a provocar una profunda reverencia y obediencia por parte de los espectadores. El autor destaca el poder singular y la presencia cautivadora de estas representaciones reales, y alude al diciente ejemplo de una obra de teatro contemporánea que ilustraba vívidamente cómo el carácter de un individuo podía juzgarse a la luz de su reacción a la imagen pintada del rey.
La conclusión de Praying to Portraits ilumina una paradoja significativa dentro de las sociedades católicas, particularmente en el mundo hispánico: la separación gradual del retrato del arte sagrado ocurrió precisamente cuando la Inquisición buscó proteger la imaginería santa de la percibida contaminación por lo profano. A pesar de estos esfuerzos institucionales, la adaptabilidad inherente del retrato persistió. Esta flexibilidad duradera subraya la notable capacidad de constante evolución semántica propia del retrato, que desafía resueltamente la categorización rígida. Las extensas referencias de archivo de Jasienski y las abundantes fuentes primarias proporcionan una base sólida para sus argumentos, y las excelentes ilustraciones en color complementan significativamente los complejos argumentos del libro. En resumen, esta publicación redefine nuestra comprensión de la visualidad premoderna al demostrar la profunda interacción entre lo sagrado y lo secular en el retrato. Espero que este estudio inspire futuras vías de investigación.
- Adam Jasienski, Praying to Portraits: Audience, Identity, and the Inquisition in the Early Modern Hispanic World (The Pennsylvania State University Press, 2023), 22. ↩︎
