✴︎

Un recorrido por “El Dorado: Myths of Gold”. La apuesta por la descolonización en espacios expositivos

Por: Lina María Méndez Castañeda

A pesar de nunca haber sido encontrado, la leyenda de El Dorado fue parte del espíritu fundacional para la colonización de las Américas. La exposición El Dorado: Myths of Gold fue la materialización del proyecto colaborativo “El Dorado Project” entre la Americas Society en Nueva York, la Fundación PROA en Buenos Aires y el Museo Amparo en Puebla. El proyecto buscaba generar encuentros académicos alrededor del mito, el uso y extracción del oro, y los legados de la colonización. Las conclusiones demostraron que la producción artística contemporánea en torno al tema es más amplia de lo pensado y que el alcance del proyecto era demasiado extenso para ser abarcado por una sola muestra, ya que las historias y los efectos de El Dorado diferían de acuerdo al territorio. Así, entre obras prehispánicas y contemporáneas surgió El Dorado: Myths of Gold, dividida en Parte I (del 6 de septiembre al 16 de diciembre de 2023) y Parte II (del 1 de enero al 18 de mayo de 2024) en la sede de la Americas Society, curada por Aimé Iglesias Lukin, Tie Jojima y Edward J. Sullivan.

La segunda parte de la muestra inicia con una serie de obras que conversan sobre el territorio y los usos del oro, continuando el diálogo establecido ya en la Parte I. El enjambre de Moscas de plata sobre las paredes, del artista Andrés Bedoya, nos conecta con el pasado colonial de Bolivia, la extracción masiva del metal por parte de los colonizadores del Cerro Rico de Potosí y, principalmente, la muerte de miles de indígenas quechua sometidos a toda clase de maltratos. Las moscas, que por su cantidad y dispersión podrían aquí aludir a la riqueza y expansión del material, son también un símbolo de decadencia y mortalidad que nos remite a otra historia, una que condujo a la pobreza generacional y la división sociopolítica que persisten en Bolivia en la actualidad.

El enjambre da paso al video Nefandus y la escultura en oro Contra natura del artista Carlos Motta (Imagen 1). Ambas obras dialogan acerca de la marginalización y violencia histórica que padecieron las comunidades indígenas en manos de colonos que, además de la explotación de los recursos naturales, atacaron también sus prácticas culturales. En Nefandus Motta habla sobre la sexualidad y el género como construcciones culturales impuestas que estigmatizaron las prácticas indígenas. Sin imágenes explícitas, el video es el recorrido por un río con voces en off, en kogui y español, que explican cómo la epistemología europea catalogó como aberrante la homosexualidad. En Contra natura, por el contrario, Motta expone una de las tantas prácticas sexuales demonizadas por los colonizadores. La pieza es una escultura diminuta en oro, bajo el lente de una lupa, que emula las representaciones homoeróticas indígenas, referenciando la iconografía erótica Mochica del Perú. La lupa, además de magnificar los detalles de las figuras, invita a especular sobre el homoerotismo en las sociedades prehispánicas y el oro como material de representación, pensándolo como un elemento lleno de simbologías tanto rituales como espirituales.

En la misma sala, sobre una pared azul, emergen flotantes las Estelas recubiertas en oro de la artista Olga de Amaral. Las imponentes figuras son parte de la exploración de Amaral entre el pasado prehispánico y colonial colombiano, en donde el oro tuvo un papel protagónico por sus cualidades físicas y simbólicas. Sus “piedras de oro” invocan la sacralidad del material empleado en los objetos rituales y funerarios indígenas, e igualmente en los retablos, marcos y pinturas religiosas que expandieron el catolicismo en las Américas. Si bien las Estelas de Amaral están inmersas en el diálogo sobre la explotación del oro, el territorio y sus habitantes, la obra trae a la discusión las cargas simbólicas y religiosas del metal, cuya exploración se prolonga en la siguiente sala. 

En la sala más extensa conviven obras que transitan entre lo divino y lo humano (Imagen 2). Encontramos aquí imágenes religiosas en tensión con obras que utilizan sus elementos discursivos e iconográficos para cuestionar la forma en que se instauraron diversos sistemas de creencias en las Américas e instarnos a reformularlos en la actualidad. Un ejemplo es la tensión entre un tabernáculo de manufactura mexicana del siglo XVIII, de la Colección Patricia Phelps de Cisneros, y La cruz en la caja. Proyecto para una catedral, del artista Mathias Goeritz1. Ambas obras aluden a la creación de un espacio espiritual desde posturas distintas. Mientras el tabernáculo abre sus puertas a la devoción privada de la Virgen de la Inmaculada Concepción para transportarnos a la belleza de la presencia terrenal del cielo, la Cruz en la caja aplica la tipología de los templos católicos para estructurar una caja de púas que al cerrarse se convierte en trampa mortífera, transformando el espacio espiritual en tortura. Ambas obras se articulan como áreas móviles que invitan a la experiencia individual de la religión, la primera como símbolo de la salvación segura y la segunda como un objeto de tortura.

La misma tensión se extiende entre las imágenes de santas y vírgenes. Junto con las representaciones marianas que forjaron el culto católico en las Américas, como la Virgen de Chiquinquirá del pintor neogranadino Joaquín Gutiérrez, parte de la colección de la Thoma Foundation, o la Virgen de Ocotlán del Denver Art Museum, se encuentra la Virgen de la regla de la artista Harmonia Rosales2. En su obra, Rosales combina cánones de la pintura renacentista con iconografía yoruba, siendo la diosa Yemanyá la personificación del poder femenino y la maternidad universal. La Virgen de Rosales reivindica la herencia africana en las Américas, la identidad afrocubana en la que creció y la importancia de reconocer cómo los sistemas religiosos impuestos por los colonizadores invisibilizaron otras formas de religiosidad.

Columbus, Central Park, del artista Hew Locke, es una fotografía del monumento a Cristóbal Colón en Nueva York intervenida con ornamentos dorados y joyas que cubren la figura de Colón en oro, encarnando de algún modo al “cacique dorado” que, según el mito (que dio luz a la fantasía de El Dorado), se cubría en oro molido para tomar un baño ceremonial en la laguna de Guatavita. La imagen de Locke en el contexto de la sala nos conecta con la espiritualidad indígena, reivindicando las creencias de estas comunidades, y utiliza la figura de Colón como vehículo para recordarnos qué tipo de historia deberíamos conmemorar (en forma de monumento), y al mismo tiempo cómo se puede resignificar la figura de personajes como Colón.

En la última sala convergen obras que se relacionan con el mito a través de problemáticas contemporáneas motivadas por los mismos deseos de riqueza y ambición de los colonizadores (Imagen 3). Long Shopper (Limo) del artista Rubén Ortiz Torres expone explícitamente la cultura del consumismo desmedido ensamblando carritos de mercado para formar una suerte de “limosina” para mercar. Con la monumentalidad de Long Shopper y su llamativo color dorado Ortiz Torres crea un objeto utilitario preciado (en oro) que cuestiona la acumulación y avaricia transaccional que domina el mundo actual. La obra de William Cordova daniel boone, pat boone y mary boone (or firestone pero los olmecas vencerán!) continúa esta idea desde la extracción de recursos naturales en las Américas, yuxtaponiendo el oro, presente en el fondo texturizado de su obra, y la gasolina, representada por las pequeñas llantas acumuladas en distintas partes de la composición. Por medio de estos dos elementos Cordova muestra cómo el pasado hispánico de las Américas se ha transformado en neocolonialismo y cómo a lo largo de la historia tanto el oro como El Dorado se han convertido en categorías de una extracción de recursos interminable e invasión perpetua del territorio.

Las obras descritas anteriormente dan cuenta del propósito de la exhibición El Dorado: Myths of Gold de reevaluar el mito a través de múltiples temporalidades, materiales y técnicas para comprender el pasado y el presente de las Américas dándole cabida a historias invisibilizadas. Al no existir divisiones entre las salas, hay una cierta libertad de interpretación, de modo que cada visitante se lleva una versión propia del mito, la cronología y las obras en conversación. Si bien no se esperaba que el público supiera del mito, sí hay una intención de exponer cómo este ha dado forma al valor del oro, la naturaleza, los territorios, los pueblos, las culturas y creencias religiosas de las Américas. 

  1. Colección del Tate Americas Foundation. ↩︎
  2. Colección privada. ↩︎