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68, 70, 72 Bienales de Coltejer.

Federico Ardila

Doctor en Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Magister en Historia del Arte Latinoamericano, Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES/UNSAM). Licenciado en Historia del Arte, Universidad de Palermo.

federicoargar@gmail.com

Entre 1968 y 1972 la Compañía Colombiana de Tejidos Coltejer organizó y financió las tres exhibiciones de arte más relevantes y ambiciosas desarrolladas en Medellín durante el siglo XX: las Bienales de Arte de Coltejer. La I Bienal Iberoamericana de Pintura, como se llamó a la primera edición, se realizó para conmemorar los sesenta años de fundación de la compañía y como una ampliación, pero esta vez con alcance iberoamericano, de la muestra local Arte Nuevo para Medellín. Luego de esa primera experiencia, la Bienal fue adquiriendo un fuerte carácter internacional y logró consolidarse como uno de los eventos culturales más relevantes del campo del arte nacional y regional en los años siguientes.

En la primera edición participaron once países y se expusieron 160 obras en los espacios oficiales de exhibición ubicados en el pabellón de física de la Universidad de Antioquia. En la segunda, realizada en el Museo de Arte y Antropología de la misma universidad, se convocaron 26 países con 324 obras de 171 artistas, 40 de ellos nacionales. En la tercera edición se exhibieron 600 obras de 220 artistas de 29 países, esta vez en el edificio Coltejer recién construido en el centro de la ciudad. El crecimiento exponencial de la Bienal no se limitó a la cantidad de artistas participantes, sino también al público asistente que fue, en su edición de 1972 de 478.000 espectadores, lo que significaba un aumento del 531 % respecto de la primera edición de cuatro años atrás y 281 % respecto de la segunda edición.

Entre el 18 de diciembre de 2012 y el 7 de abril de 2013 esos eventos expositivos reaparecieron en el contexto del arte de la ciudad de Medellín, gracias a la inauguración de la exposición 68, 70, 72. Bienales de Arte Coltejer en el Museo de Antioquia. En aquella muestra se presentaron cerca de cuarenta obras de importantes artistas nacionales e internaciones que hicieron parte de las Bienales de Coltejer y entre las que se encontraban algunas ganadoras de premios o menciones. Entre las obras seleccionadas se incluían piezas que daban cuenta de las experimentaciones con la forma y la materia pictórica que proponía la pintura del informalismo de artistas como Fernández Muro (Disparo en la espalda) o Sarah Grillo (El cumpleaños de Matusalén); obras que trabajan los efectos de la percepción del arte óptico, como es el caso de las piezas de Luis Tomasello (Atmósfera cromoplástica n.o 229) y Rogelio Polesello (Dioxazine); y hasta pinturas de la nueva figuración o del arte pop de los artistas Fred Hausman (Festival de la vida) y Fernando Grillón (Banda de usureros devorados por panteras negras), todas realizadas durante los años cercanos a la realización de las Bienales de Coltejer (1967 a 1972).

Además de las mencionadas, la muestra incluía otras piezas adquiridas por Coltejer durante los años en los que tuvo activo su programa de adquisición de obras de arte, que compartían el estilo y las preocupaciones formales y conceptuales del arte moderno y contemporáneo regional y que, a pesar de no haber participado en las Bienales originales, permitían dar cuenta de la heterogeneidad temática y técnica que abrieron esos eventos en el campo local. Aquella exhibición incluyó, además, una selección de documentación referente a las Bienales (catálogos, folletos, piezas publicitarias, textos críticos y testimonios de los organizadores) que ponía de manifiesto el impacto mediático y crítico de esos eventos en el contexto nacional e internacional.

La exposición 68, 70, 72 dio paso a la creación de una sala permanente en el Museo de Antioquia en 2014, esta vez en la Casa del Encuentro, ubicada en un edificio aledaño a la sede principal del museo, con la curaduría de Nydia Gutiérrez. Esa sala, que estuvo abierta en ese espacio por cuatro años, contaba con las mismas obras de la exhibición homónima anterior, aunque no incluyó el acervo documental ni la obra ganadora del primer premio de la I Bienal Iberoamericana de Pintura de Coltejer del artista Luis Caballero, que se encuentra exhibida en otra sala del edificio principal del Museo de Antioquia.

Según pensamos, más que una recuperación de las Bienales de Arte de Coltejer como acontecimiento cultural y artístico de relevancia para la historia del arte local, la sala de la Casa del Encuentro se diseñó como un espacio que mostraba el papel de mecenas desempeñado por la industria privada en el contexto local. Esa interpretación puede argumentarse por el hecho de que en la sala estaban expuestas piezas que no participaron en las Bienales de Coltejer pero sí hacen parte de la colección de la compañía; como también por haberse excluido algunas piezas, como instalaciones y performances, que no fueron adquiridas por Coltejer pero que daban cuenta de las aperturas y experimentaciones que pusieron en circulación las Bienales en sus tres primeras ediciones.

La historia de las reapariciones de las Bienales de Coltejer en el contexto del arte local que impulsó el Museo de Antioquia con la muestra 68, 70, 72 desde el año 2012 tuvo un nuevo capítulo el pasado mes de mayo de 2018. El departamento curatorial de dicho museo, en colaboración con la compañía Coltejer, decidió llevar a cabo la mudanza de la sala de la Casa del Encuentro a los espacios principales del museo, articulando así esas obras al relato curatorial de esa institución — como parte de la sección “Promesas de la modernidad”.

La nueva sala en el edificio principal continúa el relato curatorial que marcó el diseño de la muestra en la Casa del Encuentro: un recorrido cronológico por aquellas obras pertenecientes a la colección Coltejer que hicieron parte de los certámenes bienales de 1968 a 1972. La exhibición cuenta con obras de artistas de diversas nacionalidades —como los antes mencionados Fernández Muro, Sarah Grillo, Luis Tomasello—, muchos de los cuales fueron ganadores de premios y menciones en las tres primeras bienales. Este relato en orden cronológico permite entender los cambios y experimentaciones que marcaron el derrotero mismo de la bienal como institución expositiva, al tiempo que permite una coherente articulación con el relato curatorial del Museo de Antioquia. La curaduría de la sala ha sido completada con obras que no hicieron parte de esos certámenes pero fueron realizadas con los mismos estilos de aquellos artistas que sí participaron. Esas obras también se exhiben en orden cronológico y junto a aquellas obras qué si participaron en las bienales. Además se ha incluido una importante selección documental, de la que podemos destacar algunos planos del diseño de la torre Coltejer que, como mencionamos, fue la sede de la bienal de 1972, y que permite entender el impacto mediático, crítico y social de esos eventos en el contexto regional.

Con esa mudanza, el Museo de Antioquia intenta materializar, al menos de manera tangencial, el propósito de Leonel Estrada (director de las Bienales de Coltejer) y Rodrigo Uribe Echavarría (Presidente de Coltejer durante los años de las Bienales) de darle circulación a la colección de Coltejer en el marco de un espacio museístico. Cabe recordar que, en 1971, Estrada y Uribe Echavarría habían manifestado públicamente el propósito de construir una institución permanente que albergara la colección de la compañía, se conocería como un “Museo de Arte del Siglo XX” y estaría compuesto por las obras adquiridas en las bienales, entre otras. El museo, que nunca llegó a realizarse, tenía por objeto dejar a la ciudad un testimonio de lo que se realizaba en el plano artístico en aquellos años y de los esfuerzos llevados a cabo en el campo cultural por los comitentes de las Bienales.

Además de lo anterior, y tal vez más importante, el Museo de Antioquia logra con este nuevo capítulo de 68, 70, 72 superar la “desconexión” que tenía la colección Coltejer con el resto del acervo del museo. De esa manera, al articularse con un relato curatorial más amplio y heterogéneo, las obras pueden dialogar de forma clara y directa con una historia del arte local y regional, que excede las decisiones de adquisición de la compañía comitente y permite poner en evidencia la importancia que las Bienales de Coltejer tuvieron en la consolidación de un campo artístico para el arte moderno y contemporáneo local.