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Un nuevo viejo conocido. La gráfica del cotidiano

Olga Isabel Acosta Luna

Al caminar por las salas de la exposición Tipo, lito, calavera. Historias del diseño gráfico en Colombia en el siglo XX salta rápidamente a la vista la gigantesca producción de diseño gráfico que se ha dado en Colombia. Curiosamente, tal abundancia de gráfica no deja de sorprender a buena parte de los visitantes, sobre todo al darse cuenta de que muchos de los ejemplos expuestos son viejos conocidos. Y es que los logotipos, carteles, billetes, etiquetas, cabezotes de periódicos, cubiertas de libros y revistas que tantas veces hemos visto en la calle o en nuestras casas finalmente han sido apartados de los apuros del cotidiano para ser expuestos en las vitrinas y los muros de las salas de la Casa Republicana de la Biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá. Con ello, estos impresos del día a día se convierten en objetos de exhibición y se le rinde un merecido homenaje al oficio del diseño gráfico, tantas veces olvidado y a menudo menospreciado.

Afortunadamente, en las últimas décadas hemos visto cómo los diseñadores gráficos locales han logrado impulsar —aunque no sin dificultades— espacios novedosos y alternativos de visibilización y reconocimiento, y han incrementado sus entornos laborales de creación. Con el comienzo de este siglo XXI surgieron diversas editoriales independientes, hoy reconocidas a nivel nacional e internacional, que le han apostado al diseño cuidadoso de libros impresos en la era digital y donde trabajan polifacéticos diseñadores tipográficos, editoriales e ilustradores análogos y digitales. Justamente, Tipo, lito, calavera fue curada por Juan Pablo Fajardo González, un reconocido diseñador y editor,1 quien tras liderar un proceso de más de cinco años de investigación nos recuerda los fascinantes antecedentes del diseño en Colombia.

Las pocas exposiciones sobre diseño gráfico que se han celebrado en espacios museales en Colombia han estado dedicadas principalmente a los más reconocidos creadores del siglo XX como Marta Granados,2 Dicken Castro, David Consuegra y Carlos Duque.3 Otras muestras fueron lideradas por el colectivo Popular de Lujo que desde el 2001 llamó la atención sobre la riqueza de la gráfica popular.4 Tipo, lito, calavera es el primer esfuerzo por agrupar desarrollos del diseño gráfico en Colombia en una larga temporalidad a través del análisis de diferentes ejes temáticos que buscan especialmente enaltecer un oficio y con este a sus hacedores, fuera cual fuera su renombre.

Es así que la exposición llama la atención sobre ese quehacer manual y técnico a menudo considerado como un arte menor, aquel arte de los tipos en madera y metálicos y de los litos que, sumados técnicamente a las tintas de impresión y a los papeles, atraviesan la historia del diseño gráfico colombiano durante el siglo XX. La muestra le apuesta entonces a establecer una primera cronología de la gráfica local del siglo XX y se vale para ello de un amplísimo acervo de más de mil piezas procedentes de colecciones privadas y de la misma Biblioteca Luis Ángel Arango. Esta proliferación gráfica parecería resonar con la abundancia visual que hoy marca nuestro cotidiano desde tantas pantallas, pero el acucioso visitante pronto percibirá que tal profusión está impresa y dibujada cuidadosamente en papel, tanto las piezas custodiadas por vitrinas y marcos como en los facsimilares que decoran los muros de la exposición y que reproducen fragmentos de algunos de estos originales. El papel juega también un rol importante en el montaje: varios pliegos se encuentran apenas adheridos a los muros de drywall, fijados por sus extremos para permitir que el visitante perciba sus texturas y grosores.

Tipos. Entre billetes y cabezotes

Dividida en las tres palabras que conforman el título, la exposición propone tres momentos claves en la historia del diseño gráfico en la Colombia del siglo XX, organizados por tercios de siglo y quince ejes temáticos transversales. Cada uno de los quince ejes podría ser una exposición por cuenta propia, y en su conjunto dan cuenta de los devenires de la historia política, económica, social y cultural del país, donde los eventos y fenómenos gráficos se yuxtaponen e interrumpen mostrando unas temporalidades dinámicas más allá de una periodización precisa y monolítica. Esta profusión de temas, de actores, de piezas y de técnicas hace que se trate de una exposición erudita, a veces compleja y abrumadora cuya apreciación al detalle exige que el visitante invierta tiempo de observación y lectura. Sin embargo, tal erudición y abundancia de ejemplos y temas no ha impedido que todo visitante disfrute de las piezas exhibidas y logre empatizar con ellas, quizá porque el gusto por el dibujo de figuras y letras es una actividad cotidiana que no discrimina y cuyos ejemplos fácilmente captan la atención de los diversos públicos.

El primer momento de la exposición, Tipo, se concentra en la rica producción gráfica y tipográfica de las prensas regionales durante las primeras tres décadas del siglo, visibilizando el trabajo de múltiples artesanos tipógrafos, anónimos en su mayoría, encargados de producir impresos para todo el país. Así, quienes visitan la exposición empiezan su recorrido con tres peralonsos, una serie de billetes de 1, 5 y 10 pesos emitidos en Ocaña y diseñados por Peregrino Rivera Arce, Darío Gaitán e Hipólito Montaña en 1900 con el objetivo de financiar los ejércitos liberales (IMG 1). Se trata de piezas sugestivas, impresas en tipografía sobre hojas de cuaderno rayadas que testimonian la precariedad de materiales para su producción. Este abrebocas titulado “La política del billete: dando madera y plomo” prepara al visitante para las siguientes salas del segundo piso de la Casa Republicana que no reparan en mostrar la abundancia de la prensa regional y evidencian los múltiples lugares de la tipografía en la historia convulsa del país, ya sea en la moneda de cambio o en impresos cargados de manifiestos, sátiras, críticas, propagandas del Estado y activismos; porque desde el principio la exposición muestra con claridad que la gráfica está definida y enmarcada también en la convulsa historia política y de violencia del país. Si en el siglo XVI se fundían las balas de los conquistadores para elaborar cálices y en años recientes las armas de las FARC fueron la base para la creación del contramonumento Fragmentos, durante la guerra de los Mil Días las municiones de los ejércitos se transformaron en tipos de imprenta. Paradójicamente, ya en aquel entonces en Colombia un material tan pesado y tóxico como el plomo fue resignificado a través del arte.

En las siguientes tres secciones, tituladas “La riqueza de la prensa regional”, “Fantoches” e “Importando plomo y exportando plumas”, encontramos los más diversos diseños de letras en los cabezotes de la prensa regional que se entrelazan con ilustraciones para evidenciar un espacio de creatividad de tipógrafos y dibujantes del país durante las primeras tres décadas del siglo XX. Es el caso de los cabezotes de revistas ilustradas y literarias, periódicos con tintes partidistas, sindicales, económicos, comerciales y religiosos como Tricolor, Líneas, El Bateo, Pica-Pica, El productor colombiano, El Pueblo, La Paz, Tipos, Zigzag, El Diablo, Punto y coma, Cortafrío y La Maffia, entre muchos otros. Para las décadas de 1920 y 1930 la impresión en offset permitió un desarrollo editorial a color tanto en los cabezotes como en los diseños de cubiertas de revistas de sátira política, humorística y cultural como FantochesSal y pimienta Cromos. Allí se evidencia nuevamente el prolijo diseño de letras unido a la riqueza de ilustraciones realizadas por artistas locales como Uscátegui, Pepe Gómez, Alejandro Gómez Leal, Enrique Olarte y muchos otros anónimos. Un capítulo especial merece aquí el libro Colombia cafetera, publicado en 1927 con diseño e ilustraciones de Coriolano Leudo y Alejandro Gómez Leal, un ambicioso proyecto editorial para el que se diseñaron diversas familias tipográficas, portadillas, infografías e ilustraciones inspiradas en las economías agrícolas y extraccionistas regionales.

Lito. Entre empaques y luces de neón

Tipo da paso a la sala central de la Casa Republicana donde los visitantes se encuentran con el segundo momento, titulado Lito. Con los avances litográficos que se desarrollan desde el siglo XIX empieza a visibilizarse un nuevo artífice: el artista gráfico comercial. En general se trataba de pintores formados en las Escuelas de Bellas Artes quienes encontraron en la litografía la técnica que mejor les permitía reunir imágenes y textos en una misma superficie. Esta sala reúne diversas historias tituladas “La etiqueta de Carvajal”, “Círculos, triángulos y cuadrados”, “El cómic de Tumiña Pillimué y el logo de Lame Chantre”, “Artistas en cubierta”, “La abstracción popular”, “La firma de los Gómez Leal”, “Las luces de la noche” y “¡Avante!”De los cabezotes e ilustraciones en offset de la sección anterior pasamos a la gráfica comercial que sigue encontrando en las tipografías transformadas en imágenes un lenguaje sugerente. Así, las etiquetas y logos coloridos producidos por la Imprenta Carvajal en Cali desde la década de 1920 con la ayuda de expertos litógrafos venidos de Alemania dan cuenta de una nueva etapa con mejor infraestructura, mayor dominio y discernimiento de las técnicas, pero también con el conocimiento del lenguaje gráfico internacional que tenía en la litografía el soporte para unir fluidamente letras e imágenes, algo que seguro habían soñado los tipógrafos de antaño. Lito le dedica varias vitrinas al fascinante y desconocido archivo de Carvajal, rico en bocetos a lápiz e impresos finales (IMG 2).

Tras el capítulo sobre la Imprenta Carvajal la muestra se detiene en la figura del artista gráfico educado en las escuelas de bellas artes hacia los años treinta. Ese fue el caso de Sergio Trujillo Magnenat, quien tuvo una amplísima producción como artista gráfico innovador en el uso de lenguajes geométricos para el diseño tipográfico, la ilustración de carteles y el diseño de marca. Aunque en general su presencia es tímida en la exposición, junto a Trujillo aparecen finalmente algunas diseñadoras gráficas locales. ¿Cómo olvidar a Carolina Cárdenas y a Sara Dávila? Su legado da cuenta de una producción diversa e inventiva. Ellas y muchos otros  artistas se consagraron en el diseño de cubiertas de libros, piezas que reciben una especial atención en la muestra que presenta de ellas una generosa selección (IMG 3). Allí alternan las portadas con pinturas y cerámicas de los más diversos artistas como Alejandro Gómez Leal, Enrique Grau, Marco Ospina, Leopoldo Richter, David Consuegra y Rinaldo Scandroglio, entre muchos otros. Esta proliferación de cubiertas es un manifiesto de su importancia como espacio fructífero para el diseño, un ámbito que apenas hemos estudiado.

La sala central de la Casa Republicana con los diseños de Carvajal y Trujillo y las cubiertas de libros irradia nuevos ejes temáticos que presentan otros aspectos de la gráfica local. En los espacios laterales de la sala se muestran nuevos apéndices. Por un lado aparece la Escuela Tipográfica Salesiana como espacio de producción y formación, que nos invita a recordar que las nuevas comunidades religiosas que llegan a Colombia a fines del XIX y comienzos del XX tras la expulsión de las órdenes coloniales en 1862 van a jugar un rol importante en la formación en oficios en el país. El segundo apéndice evidencia que el desarrollo del arte abstracto en el país entre 1960 y 1980 estuvo estrechamente relacionado con el diseño gráfico de cubiertas de libros y discos impulsado por Colcultura, donde artistas como Marta Granados, Fanny Sanín, Benjamín Villegas y Carlos Rojas dejaron su impronta y llegaron a grandes públicos. Otro apéndice llamativo es el diseño tipográfico que vemos aparecer en ciudades como Bogotá desde la década de 1960 gracias a la vida nocturna que empieza a promoverse en las urbes colombianas. Más que nunca las letras se vincularon con el diseño arquitectónico de fachadas de comercios donde alumbraban tipografías y logotipos en luces de neón para ser visibles a los transeúntes nocturnos.

Junto con estas innovaciones, las publicaciones periódicas no dan tregua y en la misma sala encontramos nombres de artistas prolíficos aunque poco conocidos. Es el caso de Francisco Tumiñá Pillimué, ilustrador y autor de relatos de la comunidad misak en la década de 1950 (IMG 4), de Efraín López Leal, dibujante y grabador en periódicos como Tierra e inventor de la tira cómica Juan Pueblo, y Rinaldo Scandroglio, ilustrador italiano y autor de dos cómics sobre la historia de Colombia y el 9 de abril de 1948, comisionados por el gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez y que promulgaban un discurso oficial antiliberal. También encontramos allí creadores de campañas políticas como Jorge Franklin, quien desarrolló la publicidad de la campaña “Con Gaitán a la victoria” a partir de una fotografía legendaria del líder liberal tomada por Luis Alberto Gaitán.

Calavera. El diseño como autoría

El piso bajo de la Casa Republicana da la apertura a Calavera (IMG 5). Este segmento se ocupa del tercio final del siglo XX y se concentra en el surgimiento del diseñador gráfico como resultado de la profesionalización del oficio en entornos universitarios como la escuela de la Universidad Nacional (desde 1963) y la Universidad Jorge Tadeo Lozano (desde 1967). Estos años de profesionalización van de la mano con cambios técnicos como la fotocomposición, los sistemas eléctricos y finalmente los electrónicos. La curiosa palabra Calavera seleccionada para nombrar esta sección se refiere al remoquete de los espacios blancos incómodos que aparecen en los renglones a la hora de justificar en la edición de un escrito los párrafos de texto a la derecha y a la izquierda. Se trata de un error común que se da al querer “organizar” justificando un párrafo y desconocer con ello la fluidez propia del diseño de cada fuente y su respectivo interletrado.

En las secciones “Gropius en Yumbo”, “Palabra/imagen”, “El lado B de los pioneros”, “Diseñadores de instituciones” y “Copie y pegue” se muestra la importancia de las ciudades en el desarrollo de la gráfica local (IMG 6). Desde 1971, gracias al apoyo de Cartón de Colombia y del Museo de la Tertulia, se impulsó en Cali la celebración de una bienal americana de artes gráficas donde el diseño editorial, tipográfico y la ilustración recibieron una importante visibilización pública a través de los trabajos de Marta Granados, Dicken Castro y David Consuegra, así como de artistas como Clemencia Lucena, Antonio Grass, Benjamín Villegas, Alberto Sierra y Gustavo Sorzano. En otras ciudades como Bogotá y Medellín el diseño siguió vinculado con manifestaciones sociales y políticas desde los tiempos del Frente Nacional, de ahí que los artistas plásticos encontraran en los procesos de impresión masiva y en el juego conceptual con tipografías e imágenes un lenguaje sugestivo para sus obras, como sucedió con la producción de Beatriz González, Bernardo Salcedo, Álvaro Barrios y Antonio Caro en los años setenta y ochenta.

Finalizando la exposición aparecen las obras de los diseñadores que hoy pueden ser identificados con nombre y apellido y que, como hemos visto, son pocos ante la visión retrospectiva del diseño local. Como un homenaje a ellos se presentan facetas poco conocidas del trabajo de estos pioneros. Así, se visibiliza el gusto por la gráfica callejera y popular que tenía David Consuegra, el legado potente y novedoso de Marta Granados y sus carteles cinematográficos y, por último, los logos tridimensionales de Dicken Castro, que a manera de esculturas desvirtuaban las funciones del diseño de marca para transformarse en obras de exhibición. Se presenta aquí también el trabajo de autor de muchos diseñadores encargados de crear la imagen para algunas empresas culturales, como lo hicieron Consuegra con el Museo de Arte Moderno de Bogotá, Erik Witzler con el Centro Colombo Americano, Camilo Umaña con el Museo Nacional y Diego Amaral con el Teatro Libre. Estas duplas permitieron que el diseñador formara parte del desarrollo y la concepción de proyectos culturales, convirtiéndolo a la vez en editor.5

Hoy como ayer. Entre el papel y el pixel

Tipo, lito, calavera es una exposición ambiciosa con temas profusos y múltiples conexiones, de ahí que quien quiera captar cada detalle debe entregarse a una revisión exigente, aunque estimulante. La exposición nos introduce a archivos hasta ahora desconocidos en los museos y al trabajo de múltiples artistas locales que no han recibido reconocimiento, y materializa además el deseo de decir mucho en espacios y tiempos limitados, de mostrar lo máximo posible como si fuera esta la última oportunidad de hacerlo. Y es que además de los tres momentos y los quince ejes que definen la exposición y que hemos reseñado aquí, el juicioso visitante encontrará que se trata de una muestra conceptual en su fondo y en su forma, porque además relaciona la producción gráfica local del siglo XX con obras de la colección de arte del Banco de la República, con el diseño contemporáneo y las técnicas de impresión a través de menciones o estaciones paralelas en los muros o en las vitrinas.

Es claro que la tipografía es uno de las principales protagonistas de la exposición y ello explica el interés por traerla hasta el presente a través del “revival tipográfico” ingeniado por los diseñadores del estudio Bastarda, quienes basándose en el cabezote del periódico El Penitente de 1907 construyeron un tipo de letra digital que se proyecta en sala (IMG 7). Igualmente, el último espacio cierra la exposición con tipografías formadas con mapas de bits en el video No entiendo ni mierda de Édgar Acevedo y Gilles Charalambos, de 1984, y con la instalación de Germán Martínez Canción de cuna, de 1992. Estas dos obras resumen el momento en que, a finales del siglo XX, el diseño gráfico se transformó para siempre al cambiar su soporte de papel y trasladarse a las pantallas.6

Como si se tratara de otra sala de la exposición, el catálogo de la muestra es también excepcional. Se trata efectivamente de una pieza conceptual, un homenaje al diseño gráfico local, un libro-objeto diseñado por el mismo curador de la muestra, Juan Pablo Fajardo, junto con Arturo Salazar Garzón. Todas las partes de este catálogo dispuesto en cara y cruz responden al discurso que encontramos en sus textos. Porque en el diseño la forma no significa decoración, y así lo manifiesta este catálogo en su formato, en los diferentes papeles que conforman el impreso, la encuadernación con la costura visible, la doble cubierta a manera de chaquetilla, los colores y la reutilización de imágenes de archivo como ilustraciones. Sumado a esto, el catálogo incluye también tres “revivals tipográficos” locales; el primero es “Avante”, basado en el cabezote del semanario del mismo nombre que circuló tras el 9 de abril de 1948; el segundo es la fuente “Blaa”, inspirada en las letras de la fachada de la Biblioteca Luis Ángel Arango construida en 1957; y por último la tipografía “Nuevo espíritu”, basada en una publicación sobre el plan maestro de Le Corbusier para Bogotá hacia 1920. Todos estos elementos hacen de este catálogo una pieza coleccionable del diseño local.

Es de aplaudir que finalmente en Colombia se haya hecho una gran exposición y una investigación histórica dedicada al diseño gráfico, aunque esperamos no sea este un caso aislado y que en el futuro próximo el diseño siga contando con espacios de visibilización generosos en las instituciones museales del país, donde pueda dialogar horizontalmente con otras expresiones artísticas.

  1.  Fundador de La Silueta en 1997, junto con Andrés Fresneda, y recientemente en solitario del estudio Piedra Tijera Papel(http://piedratijerapapel.com/). ↩︎
  2. Exposiciones dedicadas a Marta Granados: Marta Granados. Un mundo gráfico (Bogotá, Museo de Arte Moderno, 1992) y Marta Granados. Los colores de la identidad (Bogotá, Museo Nacional de Colombia, 2019). ↩︎
  3. Exposiciones dedicadas a Dicken Castro: Sellos y sentidos (Bogotá, Museo Arqueológico Casa del Marqués de San Jorge, 2014); a David Consuegra: La gráfica del MAMBO, 1963–1967 (Bogotá, Museo de Arte Moderno, 2019); a Carlos Duque: Duque se expone. 20 años de trabajo gráfico (Bogotá y Cali, Museo de Arte Moderno y Museo La Tertulia, 1988-1989). ↩︎
  4. Por ejemplo, en el año 2011, también en el Banco de la República, se celebró la exposición 4 Fieras dedicada a cuatro grandes artistas de la gráfica popular bogotana. Véase: http://www.populardelujo.com/4-fieras. ↩︎
  5. Juan Pablo Fajardo et al., Tipo, lito, calavera. Historias del diseño gráfico en Colombia en el siglo XX (Bogotá: Banco de la República, 2022), 149. ↩︎
  6. Fajardo ofrece una explicación más detallada de este momento en el registro de su conferencia inaugural: Banrepcultural, “Conferencia Inaugural Tipo, Lito, Calavera: historia del diseño gráfico en Colombia”, video de YouTube, 1:00:06, 14 de octubre de 2022,https://youtu.be/hygd8zVPP8Y. ↩︎