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Lecturas de tiempo y espacio

Roberto Uribe Castro

“Qué cosa tan asombrosa es un libro. Es un objeto plano hecho de un árbol con partes flexibles en las que están impresos montones de graciosos garabatos oscuros. Pero con sólo mirarlo, uno se encuentra dentro de la mente de otra persona, tal vez alguien muerto hace miles de años. A través de los milenios, un autor está hablando clara y silenciosamente dentro de tu cabeza, directamente a ti. La escritura es quizá el mayor de los inventos humanos, pues une a personas que nunca se conocieron, ciudadanos de épocas distantes. Los libros rompen las cadenas del tiempo. Un libro es la prueba de que el ser humano es capaz de hacer magia.”

Carl Sagan, Cosmos

“No olvidemos que el Museo de Alejandría, al que pertenecía la Gran Biblioteca, era un templo donde un sacerdote oficiaba los rituales de las musas”

Irene Vallejo, El infinito en un junco

El término “libro de artista” viene  usándose desde la década de 1950 para describir ejercicios artísticos que toman como punto de partida los libros, sus formatos, materialidades y sistemas de elaboración y encuadernación. Estos libros pueden ser impresos por casas editoriales, encuadernados a mano, hechos con copias láser, dibujos hechos a mano, etc.; lo importante en cada caso es explorar las formas y posibilidades que se dan alrededor del libro como un medio más de expresión. La libertad con la que algunos artistas se reencuentran con un medio tan antiguo nos devuelve el libro como un objeto animado, vivo, con el que se interactúa y cuya capacidad de expandir y crear mundos es infinita.

Parecerá quizás un despropósito pensar hoy día en un uso posible de los libros desligado del aprendizaje previo de un lenguaje escrito. La alfabetización es la llave para acceder a ese lenguaje cifrado que encierra un universo infinito de posibilidades y nos comunica con personas de otros tiempos y lugares. Esto se amplía si pensamos en las publicaciones dedicadas a proyectos y temas arquitectónicos, que se valen de formas ‘metatextuales’ para presentar sus contenidos con ayuda de fotos, dibujos o esquemas que establecen relaciones entre los distintos tipos de información allí expuesta. Es bien sabido dentro del gremio de arquitectos que en una publicación especializada no pueden faltar los dibujos técnicos (plantas, alzados, secciones, axonometrías, detalles constructivos, etc.) necesarios para poder explicar los proyectos de manera suficiente y eficaz. 

En su ensayo Sobre la lectura Marcel Proust explica cómo la acción de leer está contenida en un tiempo y lugar determinados donde se activan percepciones sensoriales que evocan memorias e imaginaciones asociadas al texto estudiado junto con otras que surgen en el momento mismo de la lectura. En este juego de transmitir ideas y narrativas a través de un medio capaz de atravesar las barreras del tiempo y el espacio el libro de artista se presenta como una alternativa que expande y reutiliza los elementos tradicionales de este maravilloso dispositivo. El libro de artista utiliza códigos variados presentes en las artes visuales que se suman a la escritura para activar de forma intencionada otros sentidos de nuestro cuerpo: la percepción visual, la táctil e incluso la auditiva amplían las posibilidades de comunicación con los potenciales lectores. El tamaño, los materiales utilizados, los colores, el formato, la encuadernación, la forma de edición e incluso el número de copias se convierten en herramientas que los artistas exploran al introducir sus libros como obras de arte en espacios y lugares expositivos, donde pueden adquirir funciones menos convencionales. De esta manera los libros de artista rompen en muchas ocasiones con la distancia que separa al observador de la obra de arte, motivando su interacción física.

Los libros aquí presentados consiguen de manera poética establecer momentos de yuxtaposición entre la contemplación de la obra de arte y la reflexión que propicia la lectura. Cada vez que miramos sus portadas, ojeamos sus páginas y los recorremos con nuestros sentidos se activan recuerdos de encuentros ya ocurridos en el pasado y lugares comunes vistos con una nueva óptica, encontramos relaciones entre imágenes nuevas y otras ya conocidas, y se producen reflexiones sobre nuestro actuar en los espacios y territorios creando así nuevas memorias, tal y como lo planteaba Proust.

Con una selección de cinco libros de artista se busca aquí esbozar algunos puntos de contacto entre el libro y el edificio, el libro y el territorio, y el libro y la ciudad. Ya sea por su contenido, su materialidad o por la forma en que se han concebido, las siguientes obras examinan y elaboran aspectos inherentes a la arquitectura. En algunas ocasiones las relaciones son más evidentes y en otras mucho más sutiles, pero en cada uno de los ejemplos aquí expuestos los libros se entienden como dispositivos altamente sofisticados, complejos y poéticos. Algunos usan imágenes, planos y grafismos (Jonas von Ostrowski y Felipe Arturo), otros materialidades encontradas en la ciudad y reconstruidas (Esmelyn Miranda) o estrategias estructurales para motivar nuestra interacción (Wie-yi T. Lauw), otros llegan incluso a dejarse determinar plenamente por la participación del público (Claudia de la Torre); se trata en todos estos casos de libros que se despliegan en el espacio, reflexionan sobre la historia, las instituciones y el territorio de una forma que no sería posible si se limitaran al lenguaje escrito. En todos ellos se hace un guiño a una historia compartida entre la arquitectura, el libro y los signos que se remonta al menos hasta el museo y la biblioteca de Alejandría, como lo recuerda Irene Vallejo. Así, estos libros de artista utilizan herramientas que invitan a quien interactúa con ellos a encontrar nuevas formas de comunicación y conocimiento apelando a formas y maneras de interactuar que nos permiten acceder a su contenido a partir de relaciones que se despiertan simultáneamente en varios de nuestros sentidos.

En esta curaduría me he propuesto trazar unas líneas que nos permiten relacionarnos con nuestro entorno inmediato como otra forma de leer y acceder a información a partir de una actitud plurisensorial capaz de producir pequeñas fisuras en nuestras realidades y percepciones inmediatas. Así logramos vencer, aunque sea por muy cortos lapsos de tiempo, barreras que parecerían infranqueables permitiéndonos recordar aunque sea brevemente que en este amplio universo no estamos solos y que nuestras experiencias y visiones se entrelazan con el mundo que habitamos.

24 Houses de Jonas von Ostrowski es un libro de tapa dura de lino gofrado y serigrafiado, con cuarenta y ocho páginas y veinticuatro ilustraciones en color. Es una recopilación de veinticuatro dibujos hechos entre 2015 y 2020 por el artista. Antes que propuestas constructivas para casas, los dibujos son expresiones de estados emocionales y lo que serían sus equivalentes espaciales, aludiendo a escenarios afectivos e incertidumbres plateadas por el artista. La publicación propone varias referencias y alegorías. Por un lado está el antecedente del libro Twenty-Six Gasoline Stations de Ed Ruscha, un libro icónico en la historia de la fotografía y de las publicaciones. Por otro lado, los dibujos de casas en colores vivos abordan de manera más bien nostálgica el oficio de la arquitectura, que se ha transformado drásticamente con la aparición de nuevas formas de expresión y representación en las últimas décadas. Intencionales o no, estas referencias hacen que este libro logre inscribirse en diversos contextos tanto dentro del mundo de las publicaciones como en la historia de la técnica y el lenguaje arquitectónicos. La cubierta del libro usa un relieve con hiladas de ladrillos entretejidas y su color azul recuerda el tono típicamente usado en la técnica del cianotipo, otrora de uso corriente en la reproducción de los planos. Al mismo tiempo la dimensión de los ladrillos revela una escala humana cercana a la real de 1:1. En sus páginas el libro presenta justamente veinticuatro plantas de casas que Von Ostrowski representa a través de la legibilidad de las formas geométricas del dibujo, valiéndose a veces de claras referencias formales y a veces de formulaciones gráficas más abstractas. En cada uno de los dibujos juega con el potencial narrativo de los espacios y sus relaciones a partir de los elementos constructivos que los conforman, ya sean puertas, muros, o ventanas. Cada casa lleva un título que genera una tensión entre el lenguaje escrito y el dibujo, y es así que cada dibujo se convierte en un cuento o un poema, y el libro en su conjunto se puede entender quizás como una novela en veinticuatro capítulos.

Del artista venezolano Esmelyn Miranda incluimos tres obras: Post Book no. 10 (2017), un libro hecho con bolsas plásticas y re-ensambladas con calor (termofusionadas); Variaciones. Libro no. 18 (2021), un ensamblaje con patrones de costura; y S/T. Libro no. 22 (2021), hecho con restos de vallas publicitarias en el 2021. Estos libros forman parte de series y variaciones de una obra que parece alimentarse de la paradoja. En su trabajo Miranda articula opuestos de manera sutil y poética para evocar lugares y experiencias comunes en la ciudad latinoamericana a través de sus composiciones coloridas o del uso de materiales que se debaten entre la delicadeza de lo hecho a mano y la producción industrial masiva. Estos libros son el producto de un trabajo de recolección, selección y ensamblaje de materiales y restos que el artista va adquiriendo en diferentes ciudades como Cali, Lima, Santiago de Chile o Ciudad de México. Aunque no es una obra regionalista hay en ella algo de familiar, algo con lo que ya nos hemos cruzado en algún rincón de una de nuestras ciudades. Sus composiciones geométricas y equilibradas hacen pensar en la Bauhaus, mientras que la fragilidad y delicadeza de los materiales que emplea nos habla de esos precarios equilibrios, de arqueologías urbanas, de esa belleza presente en cualquier cosa cuando se es capaz de mirar con atención. La aparente bidimensionalidad es interrumpida rápidamente por una materialidad poderosa que no solo nos regresa a espacios urbanos conocidos sino que tiene la fuerza para aludir a una arquitectura que ha compartido con la escritura materiales como la arcilla, la piedra, el yeso o la piel.

Palimpsesto es el resultado del diálogo entre la artista Claudia de la Torre y el público que visitó e interactuó con la obra durante una exposición en la galería Miriam Gallery de Nueva York. Esta obra se encuentra entre la performance y la instalación. Se compone, en primer lugar, de un conjunto de elementos distribuidos en la galería: unas bandejas en acero organizadas en el centro del espacio, unas repisas en acero, una fotocopiadora blanco y negro cargada con papel tamaño carta, unas plantilla de plexiglás con distintas formas para hacer composiciones y un sello que permite marcar la fecha y la hora. El segundo elemento son las instrucciones que la artista mexicana deja para el público:

— Generar una composición personalizada basada en: a) una herramienta gráfica presente en los doce diseños en plexiglás disponibles y b) una fotocopia dejada por el participante anterior en una bandeja designada.

— Hacer dos fotocopias de la composición. Distribuir una copia en la pared y otra en la bandeja designada (para que la siguiente persona empiece con el paso 1).

El título nos remite a la antigua técnica consistente en borrar o lavar los manuscritos con la intención de reutilizar el soporte para un nuevo texto. Esta técnica dejaba huellas visibles de la escritura previa aún cuando el texto ya no fuera evidente. En las ciudades donde algunos edificios se han construido utilizando partes de otros o donde han quedado rastros de construcciones anteriores en el tejido urbano suele hablarse también de palimpsesto. Con esta obra la artista no solo crea una nueva capa de historia en la galería y en las vidas del público que la visita, también establece un diálogo con la ciudad de Nueva York, con la historia del arte moderno (aludiendo a la tradición del “arte a partir de instrucciones”) y con las tecnologías de reproducción y distribución de información. Pero sobre todo de la Torre evidencia el enlace maravilloso existente en la cadena de todos aquellos autores que van dejando las guías y los fundamentos para futuros escritores pertenecientes a otro tiempo y lugar.

Este libro surge como una publicación que acompaña la obra homónima que la artista austriaca presentó en el Weltmuseum de Viena en 2021. Al ver registros de aquella exposición, donde Lauw empleó los vidrios de las ventanas interiores de algunas salas del museo como soporte de imágenes fotográficas, podría pensarse que esta publicación es decepcionante. Comparada con las imágenes de la instalación, que llenan la sala con colores vivos y dialogan de una manera intrigante con una colección de objetos extraídos de otras latitudes, esta publicación con sus paginas blancas y textos descriptivos de flores exóticas provenientes de antiguas colonias europeas pareciera insuficiente. Sin embargo, al punto se descubre que hay imágenes bajo estas páginas y es entonces que, al rasgar los bordes de las hojas siguiendo las perforaciones, el libro florece frente al lector, aunque esta acción también deforma el libro de manera irreparable. Con esto Lauw retoma en la publicación el tema de la obra expuesta en Viena, que examina las relaciones existentes entre el museo etnológico y las narrativas coloniales que han predominado en estos espacios que hasta el día de hoy exhiben objetos que han motivado un debate álgido sobre la herencia colonial de Europa fuera y dentro del continente. De esta manera, los textos que antes ocupaban las páginas sin una lógica aparente ahora se encuentran exactamente en la cara opuesta de la flor que describen. El lenguaje escrito y el visual se relacionan sobre dos planos diferentes, de modo que nunca coinciden como iguales en un mismo ‘espacio’. Este libro convierte al lector en cómplice y coautor de la imagen y del aspecto final de la obra.

Lo que a simple vista es un libro se convierte en un biombo de veintiún metros de largo. De entrada su apariencia de acordeón de papel lo ubica entre un objeto escultórico, un carrete de película de cine y un libro convencional. En una de sus caras las páginas del libro recopilan fotografías realizadas por Arturo en 2008 a lo largo de un viaje entre una playa del Pacífico peruano y una playa del Atlántico cerca de Belém do Pará, en Brasil. Las imágenes vienen acompañadas de ‘subtítulos’ que nacen de las conversaciones entre el autor y María Ospina. Sobre la otra cara vemos unos patrones gráficos en blanco y negro que nacen de estructuras ya presentes en las fotografías y van evolucionando a medida que se abre el leporello. El formato del libro permite establecer relaciones múltiples y variadas entre sus imágenes al desplegarse sobre una superficie plana. Se van revelando así varias capas de experiencia que se han ido yuxtaponiendo sobre el territorio amazónico desde la prehistoria, desde la leyenda del mar continental que diera forma actual al río Amazonas y sus afluentes luego de que los Andes se levantaran hasta otras más recientes como la infame explotación del caucho a finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuya huella sigue presente hoy en el territorio. La obra consistió en una acción de aproximadamente cuatro meses en la que Felipe Arturo llevó el mismo volumen de agua desde el Océano Pacífico vertiéndola a su paso en otros ríos para así poder llenar de nuevo este envase y continuar su recorrido hasta llegar al Océano Atlántico. Una vez allí Arturo entrega al mar exactamente el mismo volumen de agua con el que comenzara su viaje al otro lado del continente. Felipe Arturo utiliza el frasco y el agua contenida como el lente de la cámara a través de la cual registra esos lugares que fueran importantes durante la época de comercialización del caucho en la zona. El agua entonces no solo se convirtió en su compañera de viaje sino también en la narradora de esta historia que une diferentes momentos. Este libro/río habla de las extensiones geográficas en las que se desarrollan nuestras existencias, ya no desde el territorio fijo y predeterminado de una publicación sino desde los cuerpos de agua que se mueven y fluyen estableciendo diferentes posibilidades de relación en un leporello escultural.